Tal y como recogía la revista ALHAMA COMARCAL en su número 33, de septiembre de 1995, esta cruz fue pagada anónimamente por algún vecino del pueblo y encargada al picapedrero de Alhama Antonio Escobedo que realizó las dos cruces que actualmente tiene Fornes. Una la, cumpleañera, Cruz del Cerrillo, y la otra la que adorna un lateral de la iglesia parroquial de La Inmaculada, además de otras obras de relevancia como la escalera de acceso a esta misma iglesia y los bancos que lucían la antigua plaza de La Inmaculada de la localidad. Trabajos tras los cuales se jubiló.
Su colocación corrió a cargo de Francisco Aguado Parra “Isco” e Hipólito Moles García “Poli”
En el año 1996 se retomó la fiesta de las cruces y el párroco de la localidad Fernando Almansa Delgado, subió hasta la cruz recién instalada en el cerrillo para decir una misa.
Anteriormente a esta cruz de piedra existieron otras dos de madera, también en el mismo lugar que la actual. La primera estaba ubicada a escasa distancia de la actual. Estas cruces tenían antiguamente la misión de proteger al pueblo. La primera cruz de madera estaba sostenida por un montículo de piedras y se comenta qué tras el gran incendio del año 1975, el de mayor extensión de terreno quemada hasta la fecha, donde se quemaron 11.991 hectáreas de monte entre las provincias de Granada y Málaga, esta cruz quedo dañada.
Aproximadamente en septiembre de 1977 esta cruz fue cambiada de nuevo y sus cuidados y mantenimiento fueron llevados a cabo por varias familias de la localidad como la familia Muñoz, o del estanco, y la familia Retamero, entre otras.
El cambio de la primera cruz, dañada por el fuego, por la segunda, también de madera fue sufragada íntegramente por la familia Retamero Vinuesa, que se la encargó a uno de los carpinteros de Fornes por aquellos entonces Miguel “el Monjo” quien tenía la carpintería en la antigua plaza María Gregorio, donde se ubicaban antiguamente las atracciones de San José
Este encargo fue realizado en agradecimiento a la aparición de su hijo José María Retamero Vinuesa que se perdió una tarde de septiembre de 1977, cuando contaba con tan solo dos años y cuatro meses de edad.
Los vecinos cuentan que al repicar de las campanas del pueblo todos los vecinos se movilizaron y emprendieron la búsqueda del niño, búsqueda a la que se sumaron todas las personas de los pueblos limítrofes a Fornes.
Hay diversas versiones de esta historia. Según cuentan el niño se perdió por la tarde, tras salir detrás de sus hermanos mayores. Cuando la familia notó su ausencia y tras su búsqueda por la casa y sus cercanías fue cuando saltó la alarma, repicaron las campanas de la iglesia y empezó toda la movilización en su búsqueda.
Según la propia familia del niño, cuando desapareció la única indumentaria que llevaba puesta era una camisita, unos pantaloncitos cortos y unos calcetines blancos, indumentaria que aún conserva la familia.
El rastro se adentraba en la acequia de la Vega Armas, acequia que llegaba hasta la fábrica del molino donde se amasaba el pan, por lo que se creía que fue a parar a esta misma fábrica, bajando hasta las mismas piedras donde se molía el grano por si había caído allí siguiendo el curso del agua. Tras comprobar que no era así, siguieron su búsqueda.
El vecino de Fornes Manuel Martín López “Chaquetilla” fue quien se percató, ya al atardecer, de unas pisadas que se dirigían monte arriba, como en dirección a los pechos de la mesa. Fue el quien le comunico a la familia el hallazgo de estas pisadas y toda la búsqueda se centró en ese rastro. Rastro que se perdió conforme se subía en su búsqueda.
Tras una noche llena de incertidumbre, miedo y angustia fue el vecino de Fornes Fernando Rodríguez “Alcolea” quien lo vio, ya por la mañana. Poco después era otro vecino también del pueblo quien lo bajaba Francisco Fernández “Paquito Tabernas”. Tras la emoción del momento empezó la búsqueda de heridas o algún rastro de hematomas en su pequeño cuerpo, ya que las noches en estos parajes son muy duras y frías.
Hablando de este hecho con la familia, me comenta que el niño, en su peculiar lenguaje propio de esa edad, les dijo que se metió en la acequia para lavarse los calcetines y que una mujer lo cogió de la mano y se lo llevo monte arriba. Que en ningún momento pasó ni miedo ni frío y que esa mujer lo tapó con un trapo.
Lo más curioso es que por esas fechas todo el monte estaba aún impregnado del característico color negro tras el gran incendio que sufrió esta serranía dos años antes, y aun así los calcetines del niño estaban perfectamente blancos, inmaculados.
El mismo día que se encontró al niño, el párroco de la localidad Don Ernesto, le ofreció una misa a la Virgen por todo lo ocurrido y por el hallazgo de José María
Cuentan los vecinos de Fornes que a esa misa acudió la madre con el niño y qué al entrar por la iglesia, el niño le dijo a su madre, señalando a la Virgen de los Dolores de Fornes, “esa mujer fue la que me tapó con un trapo”. Comentando este hecho con la familia de José María, me refieren que es cierto este hecho pero que no sucedió en la parroquia de Fornes, sino en la Basílica de la Virgen de las Angustias de Granada. Ya que tras su aparición en perfecto estado la madre llevó a José María a ver la Virgen de las Angustias, ya que era una gran devota de esta virgen.
Habrá muchas historias y comentarios sobre este acontecimiento, pero aún hoy se sigue pensando y buscando explicación a lo ocurrido ese día.
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