sábado, 21 de diciembre de 2019

La fiesta de la bandera de San Cayetano (Gor, Granada)

Hoy, la fiesta de La Bandera de San Cayetano además tiene un significado especial pues por ser Gor un pueblo que ha sufrido en muchas generaciones las penalidades que comporta la emigración, y dado que por venir a celebrarse en los primeros días de agosto, tiempo de vacaciones, es también la mejor ocasión que se tiene para que se sucedan año tras años el encuentro de muchos de sus vecinos que un día salieron en busca del trabajo, y por ello no falta la voz que dice de ella que ante todo es eso, la fiesta del encuentro pues, para la mayoría de los que vienen a Gor a pasar unos días, viene a ser la primera ocasión que se tiene para que se vean con los que han permanecido en el pueblo, y se saluden y abracen.

Pero junto a lo que en sí es el rito festivo de La bandera de San Cayetano en Gor, tal como hemos llegado a presenciarlo en los primeros años del siglo XXI, tenemos que percibir en él algo más que las puras formalidades propias de dicho regocijo popular y religioso con que otro año se ha venido a cumplir en medio del entusiasmo de sus vecinos, pues pronto podemos llegar a entrever lo que fue su significado primero, a pesar de que hoy parezca que ha quedado un tanto perdido, al tener que relacionarlo con otra fiesta que durante siglos se celebró en numerosos pueblos andaluces como fue la celebración de la conquista de muchos de ellos de manos de los moros conforme se fueron llevando a cabo por las fuerzas castellanas, y que tuvieron su expresión más cumplida en la llamada fiesta de La Toma de Granada, que, por otro lado, desde los primeros años del siglo XVI, vino a servir de pauta a seguir pues no en vano fue admitida como un verdadero rito fundacional del que había que participar en numerosos lugares.

Aunque, por otro lado, dicha fiesta granadina, que ha llegado hasta nuestros días acompañada de una polémica en la que destaca su índole política en lo que es también fiel expresión de los ajuste propios de la recomposición democrática española que en ellos se ha verificado, por más que desde su inicio estuviese íntimamente relacionada con lo que en los días medievales fue la tradición de las entradas de los vencedores castellanos conforme fueron conquistando las ciudades y pueblos, y en los que, con frecuencia, no faltó la presencia de los moros vencidos debidamente encadenados y humillados, como sucedió, por recordar un ejemplo del que quedó fiel memoria, en la de Antequera, aunque en Granada, por su significado de final de la larga empresa conocida por Reconquista, apareció unida a un privilegio concedido por los Reyes Católicos de 1492 por el que se otorgaba la organización de una procesión civil y religiosa en que, sobre un itinerario significativo y con concurrencia de todos los estados, se mostrase al pueblo la Espada de los reyes, la Cruz alzada de su catedral, el Pendón Real y el de Castilla, sus símbolos máximos.

Dicha fiesta pasaría a institucionalizarse definitivamente en 1516 por orden dada por Carlos I en que dispuso que el cortejo debía tener una gran importancia, y como tal encontramos que vino a cumplimentarse en gran parte sobre el ceremonial que, desde hacía muchos años, se había establecido en Sevilla cuando se conmemoraba su conquista en el siglo XIII por Fernando III el Santo, y en el que se resaltaba tanto la victoria del ejercito castellano como la llevada a cabo sobre el Islam por los así mismo eran soldados de Cristo, aunque por los datos que poseemos pronto tuvo reconocida preeminencia el fundamento político sobre el puramente religioso, como quedó bien dispuesto por expreso mandato de los Reyes Católicos a pesar de ciertos detalles que pudieran parecer que propiciaban lo contrario, aunque el orden establecido lo dijo de manera clara, pues a la entrada hecha en Granada del Cardenal Mendoza le seguiría la del Conde de Tendilla con los símbolos reales, y con ello, el hecho de que en primer lugar se presentaría a los granadinos en la Torres de Comares y de la Vela de la Alhambra la Cruz alzada y los pendones de Santiago, y por último el Pendón Real.

Durante todo el siglo XVI la exaltación patriótica y religiosa que era la fiesta del Pendón se repitió una y otra vez en muchos pueblos y lugares de Granada, Almería, Málaga, Murcia..., con lo que, al mismo tiempo que se entraba en un tiempo de fiesta, periódicamente, se venía a recordar a la numerosa población de moros que en ellos vivían su condición de vencidos, y así mismo dichas fiestas se hicieron por diversos motivos pues no primaron sólo los puramente conmemorativos, ya que dichas fiestas habían de servir para exteriorizar el gozo sentido por las ciudades al darse en ellas la presencia de algún miembro de la familia real, como, por recordar un ejemplo, encontramos en Sevilla cuando a ella llegó en 1516 la reina doña Juan, y de la que sabemos por puntual Relación que de ella se escribió para que quedase fiel memoria, y en la que encontramos que junto a la solemne misa y posterior procesión, el rey de armas de dicha ciudad, desde una de las torres del alcázar real, pasó a mostrar a la muchedumbre el Pendón Real y a dar las voces rituales de Castilla, Castilla, Castilla, por los muy altos y poderosos la reyna doña Juana...

Y así mismo, junto a estos actos, tanto en las ciudades como en los pueblos, pronto llegaron a argumentarse pequeñas representaciones teatrales con notables parlamentos que vinieron a recibir el título de Moros y Cristianos, y en las que, tras una primera jornada con victoria de los moros, se terminaba en otra segunda con triunfo definitivo de los cristianos, junto al hecho que aquellos llegaban a convertirse a la religión de Cristo y, en demostración cumplida, pasaban a marchar en vistosa procesión tras la imagen de la Virgen del lugar junto a alarde de pólvora.

Sabemos que en Granada, durante el viaje de novios del emperador Carlos, se celebró una magna representación de Moros y Cristianos a la que éste asistió junto con la emperatriz. Así mismo sabemos que muchos de los libretos utilizados en un buen número de las comedias sobre las que se asentaba la fiesta fueron escritas por el lorquino Ginés Pérez de Hita, novelista que así mismo, en diversas ocasiones, vino a mostrar con detalle las relaciones caballerescas y de todo tipo que se dieron entre moros y cristianos en la Granada de los nazaritas, y que, así mismo, pasó a organizar su montaje por numerosos pueblos.

Como es bien sabido, Gor fue un notable hins musulmán, y como tal ciudad con doble muralla que fue ganada para los castellanos ante el asalto que, sin duda, lo fueron las próximas Baza y Guadix en 1489. Y en concordancia con su importancia mereció los honores de ser representada en uno de los relieves de la Guerra de Granada que fueron esculpidos por el entallador Rodrigo Alemán para la rica sillería baja del coro de la catedral de Toledo. En dicho relieve, ante la línea de torres y lienzos de murallas que las unen, encontramos la figura de don Fernando, el rey Católico, montado a la jineta en un caballo con manto sobre la armadura, junto a la Cruz y su Pendón, y al frente de su ejército de caballeros y peatones.

La villa de Gor y las tierras de su sierra, posiblemente a finales de 1492, fue concedida a título de señorío por carta de heredad a don Juan de Almaraz, y tras la muerte de éste, a don Sancho de Castilla, ayo del príncipe don Juan, por los servicios leales prestados en la guerra de Granada.

Y en este punto, tras recordar estas mínimas referencias y notas de carácter histórico, debemos preguntarnos si la fiesta de La Bandera no es una pervivencia de una de aquellas que bajo la denominación de El Pendón Real debieron celebrarse durante cientos de años en Gor, y así mismo en íntima alianza con la fiesta de Moros y Cristianos que también encontramos que ha pervivido en ella pues sabemos que no hace muchos años ha sido recuperada tras pasar por un silencio de algunos años, al volverse a representarse con entusiasmo en una de sus pedanías, en La Junta, en plena sierra.

Pero ello hace que dentro de la indeterminación que su origen conlleva nos tengamos que preguntar por el momento en que debió verificarse el cambio que llevó a que dejase de ser una fiesta puramente civil para llegar a ampararse bajo la tutela del ritual religioso. La respuesta debemos buscarla en los repetidos enfrentamientos que se levantaron entre los vecinos de Gor con los detentadores del señorío, siempre en tierras lejanas, por más que que se hiciesen presentes por la presencia del castillo, también su símbolo de dominio, y así mismo de sus administradores siempre celosos de cobrar lo que eran sus derechos.

De estas oposiciones y resistencias, nos han quedado constancia en documentos que figuran en su archivo municipal y en los que se custodian en la Chancillería de Granada, así como en algunos Memoriales ajustados, como el que se promovió en 1792 por pleito entre el Concejo, Justicia y Regimiento de la villa de Gor, y el titular del señorío don Nicolás Álvarez de Boorques, marqués de Trujillos... y que tuvo gran trascendencia, pues por él vino a reafirmarse a sus vecinos en los derechos que tenían adquiridos sobre los pastos, dehesas y montes, corte de leña y madera...de su sierra y río.

Sin duda, el espíritu que durante siglos había estado presente en el viejo Pendón había pasado a diluirse hasta el punto de quedar olvidado, y el rito sobre el que descansaba su fiesta, por acción de los padres teatinos que actuaron en esta sierra y que llevaron a que el patronazgo de Gor, que hasta entonces había sido de San Blas, pasase a ser compartido con San Cayetano, santo que así mismo alcanzó durante los siglos XVII y XVIII gran aceptación en muchos lugares de Andalucía, Murcia, Reino de Valencia...

Del Pendón como símbolo que, con el paso del tiempo, había llegado a ser de un poder representado por el señor del lugar, lejano y extraño, y visto como un dueño autócrata, se pasó a La bandera de San Cayetano propia de la cofradía en que se había amparado todos los goreños, un santo protector del que pronto se oyeron mercedes y milagros, y que, como sabemos, les prestó reconocidos socorros, y con este nuevo símbolo, propio, los goreños se sintieron protegidos y representados, y, sin duda, en su procesión por sus calles, lo que antes había sido percibido como muestra de un dominio penoso vino a pasar a ser tenido como presencia de un medio sobrenatural por el que se bendecía el camino trazado que guardaba su callejero.

Pero de aquel rito, como no podía ser de otro modo, han quedado algunos signos que dicen sin equívocos de su origen, como es el hecho de que el mayordomo que porta la bandera sea elegido en sesión celebrada en el Ayuntamiento, es decir, sin intervención de la autoridad eclesiástica ni de la cofradía de san Cayetano que durante siglos hubo en Gor, así como que en la procesión no haya acompañamiento del clero, pues como tal sólo lo estará en la puerta de la iglesia a su salida y en la que al día siguiente se hace con su imagen escoltándola.

Y junto a ello, muy pronto se percibe un sentimiento popular que nos dice que la Bandera de san Cayetano es algo tenido como propio, algo que les pertenece, y que una vez más se hizo saber cuando no hace mucho tiempo un cura párroco, recién llegado a Gor pretendió cambiar la hora de la salida de la comitiva de la Bandera, la una del mediodía de un día de agosto, momento incómodo por el abrumador calor que suele hacer, para pasar a trasladarlo a las ocho de la tarde como más apropiada, y parece ser, por lo que me contaron, que la gente se le vino encima al tiempo que le avisaban que lo relativo a La Bandera de San Cayetano no era cosa de él.

Y en Gor, cuando se llega al momento de guardar la Bandera, se dicen y comentan los lances del encierro, se habla del bullicio de las verbenas y de las muchachas que han presidido los festejos...y como en tantos otros lugares de toda España, no falta el que, con aires de nostalgia, dice hasta el año que viene.

Por otro lado podemos reseñar algunas fiestas de pueblos españoles en las que la bandera o un pendón, como sucede en Gor, ocupa el centro de ellas. Así, en Hinojosa del Duero (Salamanca), en los días de junio, por San Juan, se celebran unas fiestas en conmemoración de la liberación del pueblo de manos del señor del castillo que fue conseguida, según refiere la leyenda que es admitida como parte importante de su pasado histórico, a que una de sus hijas estaba enamorada de un pastor, lo que la llevó en una noche oscura a abrirle la puerta para que pasase junto a ella, lo que aprovechó el pueblo para entrar y matar al déspota y a todos sus moradores, incluida la muchacha.

Una serie de danzas que tienen el nombre de la liberación ocupan su parte central, y en ellas intervienen la muchacha, el pastor, el señor feudal, el pueblo, el rey, el mayordomo portador de la espada de la justicia... y el abanderado que así mismo, a la salida de misa y durante la procesión echa la bandera.

En Yecla (Murcia), en diciembre, se hacen fiestas en honor de la Purísima para agradecerle la vuelta de todos los yeclanos que acudieron a tomar parte en la campaña de Cataluña contra Francia, ya que ninguno de ellos murió en la empresa, lo que fue considerado un hecho milagroso.

Junto a los disparos hechos por unos quinientos arcabuceros o tiraores que no cesan de disparar, en el momento de la bajada de la Virgen de la ermita del Castillo, tanto en la puerta como en diversos lugares del recorrido de la procesión se juega la bandera.

En Peñalsordo, (Badajoz), por el Corpus, la cofradía del santísimo Sacramento organiza los distintos festejos con los que se conmemora la toma del castillo de Capillao que la tradición refiere que fue ocupado por los moriscos que moraban en el pueblo durante las guerras de las Alpujarras, y posteriormente tomado a éstos gracias al ingenio de los cristianos, muchos menos en número, y a la intervención milagrosa de la Virgen. Por ello se baila la bandera al lado de un castillo simbolizado por una torre humana.

En Laguardia (Alava), por San Juan de junio, junto a danzas tradicionales en las que destaca la figura del cachimorro, una especie de botarga, el síndico ondea con fuerza la bandera de la villa para terminar postrandola a los pies de la Virgen del Pilar y del santo patrono San Juan. Por las mismas fechas se hace la fiesta del Capitán en Frías (Burgos), donde el capitán baila la bandera en el castillo y en el prado junto a su famoso puente.

A la fiesta de La Estepa (Burgos), cada cuatro años, en el domingo de Pentecostés, se hace una procesión de bendición de los campos con concurrencia de los estandartes de los pueblos vecinos como Arenillas de Muñó, Villaldemiro, Hormaza, Medinilla de la Dehesa... En la zona de Melgar de Fernamental (Burgos), ante la ermita de la Virgen de Zorita, se reúnen varios pueblos en romería para cumplir con el voto hecho por haberles librado la Virgen de una sequía en 1882.Los pueblos se saludan con los pendones en una vistosa ceremonia.

En algunos lugares el pendón juega un papel de enfrentamiento ritual entre los mozos y las mozas, como en La Alberca (Salamanca), donde se celebra la intervención decisiva de las mujeres de La Alberca, partidarias de doña Isabel la Católica, cuando tomaron el pendón del prior de Ocrato a los seguidores portugueses de doña Juana la Beltraneja. Los mozos reciben del alcalde el péndón y lo pasean a caballo por las calles del pueblo hasta ir a parar a las eras donde lo colocan en la espadaña de la ermita de San Blas, pasándose a continuación a dar cuenta de la merienda y de desarrollar competiciones y juegos populares, pero, en un momento dado, las mozas arrebatan el pendón y salen corriendo para el pueblo donde lo presentan como sus defensoras en su plaza Mayor al tiempo que se da inicio al baile.

En Horcajo de la Sierra (Cuenca) hay otra fiesta en la víspera de La Inmaculada donde se pasea a caballo el pendón de la Virgen después de haber forcejeado por sacarlo de la parroquia por la puerta de la sacristía. Y muchas más.

En numerosas fiestas de Moros y Cristianos se hacen ruedas o ruedo de banderas, como encontramos, por recordar sólo una de ellas, en Caudete, (Albacete) cuando en septiembre se escenifican los Episodios caudetanos junto a grandes desfiles.

La bandera, seña y símbolo, como vemos, es pieza esencial en numerosas fiestas españolas.

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