Cuenta la historia, que hubo un tiempo en que los niños además de serlo, también jugaban a ser adultos. Así reparamos en los sucesos que tuvieron lugar a finales del siglo XIX en la localidad granadina de Guadix y que tiene como punto de partida la delincuencia de seis menores que hicieron de su trayectoria toda una leyenda.
En 1880 se fugaron de la cárcel de Guadix seis presos que no eran otros que los miembros de la que por entonces se convirtió en la banda de Olivencia y Sierra. Estos dos líderes, junto con otros cuatro chavales, hicieron de la delincuencia de un bandolero de la época, un recuerdo que ha trascendido a generaciones. Eran tan vehementes y beligerantes, que pese a sus fechorías -ninguna de sangre- se atrevían a reírse de la autoridad de la época haciéndole de coro al sargento de la Guardia Civil en plena calle o persiguiendo al jefe de la policía local de Guadix.
Su historia duró poco, apenas un año, pero tiempo más que suficiente para pasar al mito de las leyendas urbanas. Pues aunque su existencia fue real, probablemente muchos aspectos de ellos se exageran. Como el de su propio final. Tuvo lugar en un cortijo al que fueron a robar y en el que resultaron descubiertos por los propietarios que los acorralaron y llamaron a la Guardia Civil.
Los agentes les pidieron que salieran, que no les pasaría nada. Pero los niños bandoleros no les creyeron. Por eso se quedaron dentro de la vivienda a pesar de la desesperada y desproporcionada medida que adoptó la Guardia Civil, según relata la leyenda. Quemaron el cortijo esperando que así huyeran pero no sucedió. Encontraron dos cuerpos, precisamente los de Olivencia y Sierra, pero del resto nada se supo. Alimentando, aún más si cabe, un relato con tintes fantásticos.
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