Por aquellos tiempos la
vida discurría tranquila en el valle, que se sentía seguro a la sombra del
castillo que se alzaba en la cumbre del cerro.
El rey moro que lo habitaba se había casado con una cristiana y del matrimonio nació una preciosa hija a la que pusieron el nombre de Penta.
Esta, al crecer, se convirtió en una muchacha bellísima y de todas partes acudían nobles y príncipes pidiendo su mano. El rey apremiaba a Penta para que eligiese marido entre aquellos pretendientes pero la muchacha, a quien su madre había enseñado las verdades de la religión cristiana y la historia de los ermitaños que se retiraban de la vida mundana en busca de perfección, solo aspiraba a recluirse en una cueva solitaria y rechazaba todas las proposiciones.
Enfurecido, el rey accedió finalmente a los deseos de su hija y autorizó su retiro pero prohibió que se la diera de comer, esperando que el hambre venciera su obcecación y su resistencia al matrimonio, pero allí se manifestó la bondad del Señor y durante muchos años las palomas del valle se encargaron de alimentar a Penta con los granos de trigo y frutos que transportaban con sus picos. Penta vivió santamente y el castillo del rey moro, cuando este murió quedó vacío y sus torres, vencidas por el tiempo,se vinieron abajo. De eso hace ya muchos años, pero en la cueva que hay en la ladera del monte "la Cueva de Santa Penta", y en los desmoronados muros que todavía pueden verse en lo mas alto del cerro que domina el pueblo, permanece su recuerdo.
El rey moro que lo habitaba se había casado con una cristiana y del matrimonio nació una preciosa hija a la que pusieron el nombre de Penta.
Esta, al crecer, se convirtió en una muchacha bellísima y de todas partes acudían nobles y príncipes pidiendo su mano. El rey apremiaba a Penta para que eligiese marido entre aquellos pretendientes pero la muchacha, a quien su madre había enseñado las verdades de la religión cristiana y la historia de los ermitaños que se retiraban de la vida mundana en busca de perfección, solo aspiraba a recluirse en una cueva solitaria y rechazaba todas las proposiciones.
Enfurecido, el rey accedió finalmente a los deseos de su hija y autorizó su retiro pero prohibió que se la diera de comer, esperando que el hambre venciera su obcecación y su resistencia al matrimonio, pero allí se manifestó la bondad del Señor y durante muchos años las palomas del valle se encargaron de alimentar a Penta con los granos de trigo y frutos que transportaban con sus picos. Penta vivió santamente y el castillo del rey moro, cuando este murió quedó vacío y sus torres, vencidas por el tiempo,se vinieron abajo. De eso hace ya muchos años, pero en la cueva que hay en la ladera del monte "la Cueva de Santa Penta", y en los desmoronados muros que todavía pueden verse en lo mas alto del cerro que domina el pueblo, permanece su recuerdo.
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