En 1.560 se produce su milagro más conocido: el antes nombrado milagro de la lámpara de aceite. Al parecer, a consecuencia de la hambruna causada por la feroz epidemia, las gentes de Utrera estaban tan necesitadas que no pudieron proveer de aceite al ermitaño que cuidaba de la Virgen. Una noche le despertó un gran resplandor procedente del lugar donde se encontraba la imagen de la Virgen, comprobando que la lámpara que la alumbraba estaba repleta de aceite. Y así permaneció los días y semanas sucesivos. El milagroso suceso se extendió por toda la comarca, comenzando de este modo la fama milagrera de Nuestra Señora de Consolación. Aún hoy la lamparilla sigue encendida, encargándose cada día una familia de la localidad de cuidar de su llama.
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