Rodeada de azoteas gaditanas, admirable pero modesta se esconde tímidamente una de las torres más bellas de la ciudad.
Quizás por su embrujo legendario y porque su escenario podría ser enclave romántico para numerosas leyendas e historias de princesas encerradas y amores imposibles, esta torre gaditana, popularmente conocida como “La Bella escondida”, es reconocida y admirada por todos aquellos que han conseguido contemplarla desde algún punto concreto de la ciudad, y es que si algo hay que destacar de esta singular torre es la dificultad que existe para poder observarla pues se encuentra escondida en la azotea del edificio de la calle José del Toro núm. 13, no pudiendo ser vista a pie de calle sino desde alguna otra torre mirador o determinados balcones de la ciudad.
Según las averiguaciones de Manuel Morales de Jodar, actual propietario del edificio, esta torre, datada en el siglo XVIII, es la única con planta octogonal de las ciento veintiocho torres que actualmente existen en Cádiz, siendo construida con una finalidad bien distinta a la del resto cuyo propósito ha sido vigilar y controlar los barcos que venían de la India.
A diferencia del resto y según la hipótesis que defiende el dueño del inmueble, la Bella escondida fue construida no para observar desde ella sino para ser contemplada por una joven internada en el convento de la calle Feduchy.
El padre de la joven, un adinerado burgués del siglo XVIII, mandó construir esta torre de aspecto barroco y hermosos colores para que su hija, al sentirse sola y angustiada en aquel convento, pudiese sentir y observar el amor de su familia cada vez que se asomara a contemplar La Bella escondida.
Y así, todo aquel que desee apreciar la belleza de la Bella escondida, como si de una tímida y hermosa mujer se tratara, deberá subir a otra torre mirador o, con fortuna, poder distinguirla desde algún balcón gaditano.
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