viernes, 14 de febrero de 2020

El olivo milagroso (Puebla de Don Fadrique, Granada)

La existencia del olivo milagroso relacionado con el eremita o santo mozárabe trascendió y fue recogida por la literatura cristiana a partir del Renacimiento. No obstante, ya en el siglo X Ibrāhīm ibn Yaʿqūb o Abraham ben Yacov era un judío de Torsosa que se dedicó al comercio por tierras musulmanas y cristianas de Europa. Vivió a finales del siglo X. Hacia 960 llegó al Sacro Imperio Germánico y, por orden del califa Abderramán III, hizo de embajador ante la corte de Otón el Grande. Coincidió en sus embajadas a Centroeuropa con el obispo Recemundo de Ilíberis, es decir, el obispo de Granada, que también efectuó trabajos palaciegos en Medina Azahara. Recemundo (en árabe, rabí Ibn Zyad al-U(s)quf al-Qurtubi),  es autor del famoso Calendario Mozárabe. No sabemos por boca de cuál de ellos dos, si del comerciante o del obispo, llegó a oídos del Papa Juan XII la noticia de los milagros que obraban las aceitunas plantadas sobre el cadáver de un santo varón de la Iglesia. El resultado fue que el Príncipe de la Iglesia envió una embajada a Córdoba a solicitar que le fuesen entregadas las reliquias del santo bajo el olivo milagroso. El fin era sacarlas de tierra de infieles y adorarlas en Roma.
Esta embajada papal a Medina Azahara está documentada en el año 961, aunque cuando los emisarios llegaron a la capital del Califato ya había fallecido el último Abderramán y le sucedía Alhaken II. El santo varón que buscaban no era otro que San Torcuato y el lugar mencionado por las crónicas estaría próximo a Baza. Pero para aquella fecha los restos de San Torcuato ya no estaban en Al-Andalus, ya que en el 777 fueron exhumados y llevados a Santa Comba (Orense) y posteriormente a Celanova, donde se encuentra la mayoría de sus huesos.

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