viernes, 14 de febrero de 2020

Un río de emociones (Pinos Genil, Granada)

Cuenta la leyenda que aquella cerrada noche de julio de 1940, un tremendo relámpago cruzó el cielo de Pinos Genil. La tormenta de verano estaba haciendo de las suyas sierra arriba. No había ni un alma en las calles del pueblo, la lluvia caía con fuerza y el río bajaba como un potro desbocado. De repente, un terrorífico rayo cayó sobre el álamo negro vigilante frente a la iglesia, abriéndolo por la mitad. Un extraño personaje salió de su interior con cara tiznada, cuernos en la cabeza y un rabo largo con la punta en forma de flecha. Allí estaba el mismísimo diablo con un asunto por resolver.
Su misión era demostrar que Dolores 'la de Salvador' no había sido todo lo buena que San Pedro decía. Pues aquella noche había fallecido y su alma estaba esperando en el purgatorio el veredicto final. Contaba con toda la noche para inclinar la balanza hacia sus intereses y acomodarla en el infierno. San Pedro impuso una condición: tenía que interrogar a un niño, un adulto y una persona mayor, cumpliendo así con el viejo rito de la edad del hombre.
El tiempo apremiaba y la noche no ayudaba. Abusando de sus poderes, despejó las nubes y dejó que una gran luna llena apareciera sobre un cielo estrellado. Con un soplo de su aliento, el calor regresó a las calles de Pinos Genil. No tardaron los vecinos en salir con las sillas a tomar el fresco y en menos de lo que canta un gallo el diablo cambio su forma apareciendo como un angelical muchacho de refinadas formas. Al primer objetivo lo vio cazando ranas en la orilla del río.
-¿Se da bien la caza? -preguntó interesado.
-Muy bien, pues tras la tormenta están saliendo a montones.
-¿Tú conoces a Dolores 'la de Salvador'?
-Claro que la conozco, fue mi madrina y la que me bautizó. No solo a mí sino que a casi todos los niños pobres del pueblo.
El diablo se retiró disimuladamente con el primer fracaso. Visitó el barrio viejo buscando su segunda oportunidad. Ahí estaba con un grupo de mujeres sentadas en sillas de anea tomando el fresco.
-Buenas noches señoras.
-Buenas noches joven.
-¿Ustedes conocieron a Dolores 'la de Salvador'?
-¡La mujer más buena del mundo! -dijo la que llevaba la voz cantante-, gracias a ella pude recuperarme de un parto complicado y me ayudó a criar a mis tres hijos.
-¡Esa mujer se merece el cielo, esté donde esté! -dijeron todas a coro.
"Pues aquí no voy a sacar tajada" -pensó el diablo, "seguro que los hombres tendrán una visión diferente".
La taberna estaba a rebosar, el mosto corría de vaso en vaso y las tertulias estaban en el punto donde la lengua se desata. El diablo se fijó en uno de aquellos hombres.
-Le invito a un mosto caballero, expuso.
-¿Y eso por qué? Exclamó el otro.
-Era a usted a quien buscaba.
El hombre con la cara surcada de arrugas lo miro de arriba abajo.
-Pues usted dirá…
-Vengo preguntando por la mujer de un ex guardia civil, una tal Dolores que traicionó a muchos de este pueblo entregándolos a los militares sublevados.
-¿No se estará refiriendo a Dolores 'la de Salvador'?
-"Por fin encontré al que necesitaba" -pensó el diablo.
-¡La misma, esa pérfida mujer que tenía engañado a todo el pueblo!
El viejo lo miro y con la rapidez de una víbora de la sierra sacó una navaja chotera y se la puso en el cuello.
-¡Nadie que yo deje vivir faltará a esa mujer! Gracias a ella estoy aquí.
-Explíquese -dijo confuso.
-Esa mujer regentaba esta bodega durante la guerra, estaba casada con un ex guardia civil, por eso los guardias eran asiduos al establecimiento. Y en la confianza que tenían entre compañeros, hablaban de las detenciones que iban a practicar al día siguiente. Gracias a ella, muchos del pueblo salvamos el pellejo. Y con un movimiento de cabeza le indicó al diablo donde estaba la puerta.
Terminó la noche sin conseguir que nadie del pueblo hablara mal de Dolores Morenilla. Amanecía ya cuando penosamente y frustrado, regresó al tronco donde apareció y con el fin de vengarse del pueblo, invocó una gran tormenta para que desatara toda su furia en el río y arrasar el pueblo, pero solo consiguió destruir el puente.
Moraleja: Con el diablo ya se sabe, si no te la da a la entrada, te la da a la salida.

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