Esta
segunda leyenda hace referencia a una cueva en la cual dicen que se refugiaba
una cuadrilla de bandidos, cuyo jefe se llamaba Pedro (por eso a la cuadrilla y
a la cueva, se le llamaba "pedrones"). Cuentan que en más de una
ocasión se les vio por la noche atravesar el pueblo montados en sus ligeros
corceles y también se les veía correr en pleno día por el lugar llamado
"La Matanza" y por "El Juncar", cuando la gente estaba
entregada a sus faenas agrícolas. Se les culpa a estos del robo de la Iglesia,
habiéndose encontrado restos del botín detrás del cementerio. También se cuenta
que a estos bandidos, les bajaban la cena y los comestibles a la cueva, vecinos
de algunos pueblos limítrofes. Pero un día, de improviso, se declaró un
incendio en casa de uno de ellos; inmediatamente, acudieron los demás a sofocar
el fuego y, ante el asombro de ellos, vieron que sus dueños que carecían de
hijos no hacían la menor intención de ponerse a salvo, pereciendo allí
abrasados. Al día siguiente, cuando fueron a quitar los escombros de la casa
para evitar cualquier conato de incendio que pudiera volver a resurgir, vieron
con asombro la causa de su sacrificio: allí aparecían ropas y joyas, la mayoría
pertenecientes a la iglesia, fruto de los robos de estos bandidos que pagaban
sus servicios a base de esto.
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