La calle de Muerte y Vida debe su
nombre a un hombre al que se le acusó injustamente de traición. Cuando le
llevaban a prisión, pasando por esa calle, una mujer que vivía allí pidió la
muerte del acusado arrojando una soga desde su ventana.
Finalmente,
la prudencia prevaleció sobre la ira del populacho. La casa fue derribada, pero
la ventana permanece en el Museo Provincial.
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