Cuentan que cuando se estaba construyendo la iglesia
de Santa María en Medina de Rioseco los obreros encontraban al día siguiente
toda su faena destruida. No se sabía quién era el responsable de aquellas
fechorías hasta que un día se descubrió al monstruo. Era un cocodrilo
gigantesco que habitaba ene el río Sequillo y que atemorizó a todos los que le
vieron.
Nadie se atrevía a enfrentarse con el animal, así
que reunidas las autoridades en el concejo decidieron ante la falta de
aguerridos voluntarios, proponer tal trabajo a un preso con el premio de su
libertad si acababa con la fiera.
Así fue como se ofreció un voluntario, que acabó con
el cocodrilo con una ingeniosa idea, el preso se situó detrás de un espejo que
puso frente al animal, el cual, al ver su propio reflejo, se quedó paralizado
de terror, momento que aprovechó el reo para asestarle una certera lanzada, que
acabó con su vida gracias a la cual el inteligente preso recibió la
libertad
Toda leyenda tiene una base de realidad y la de
ésta, está en un viejo pellejo de caimán que cuelga del cancel de madera
de la entrada de la iglesia de Santa María. Fue traído como exvoto de las
Américas por Manuel Milán, riosecano que marchó a América en busca de una
fortuna que encontró, ya que llegó a ser alcalde de Puebla, en México.
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