La leyenda de la toma del Castillo de Bentomiz se enmarca en el pasado tan íntimamente ligado a las luchas de moros y cristianos. Se cuenta, por tradición oral que viene por generaciones desde finales del siglo XV, que no habiendo suficientes tropas para expulsar a los moros del castillo, los cristianos urdieron una novelesca estrategia para conseguirlo, y contando con la complicidad de la noche le ataron a las cabras y a las ovejas un candil, simulando un gran ejército. Cuando los desconfiados defensores del castillo vieron venir tan ingente y relumbrante ejército, agigantado con toda suerte de ruidos, consideraron su ventura perdida y optaron por huir, abandonando el castillo en manos cristianas.
La leyenda continúa y narra que con los tesoros encontrados en la fortaleza, se procedió a la fundición de tan preciosos metales para la realización de una campana. Pero, cuando hacia 1.570 los tiempos se tornaron adversos con las revueltas de los moriscos que hicieron tambalear la paz de estos pagos, se decidió enterrar la campana en el recinto de la fortaleza a modo de prevención o protección. El lugar y la forma fueron tan minuciosamente guardados que nunca más se ha vuelto a encontrar. Semejante tesoro desbordó la imaginación de muchos vecinos y se dice que aún hay quien da vueltas con pico y pala, por si les suena el badajo.
La Fuente del Amor, leyenda en torno a la fuente de una pequeña pedanía de Arenas, llamada Daimalos, cuenta que durante la época musulmana vivía en la alquería una muchacha que veía pasar su lozanía sin encontrar pretendiente, y ante el temor de quedar soltera, buscó el consejo de un santón de la vecina Sayalonga. El sabio anciano aconsejó a la muchacha que varias veces al día se acercase a beber de la mencionada fuente.
Así lo hizo y, al poco tiempo, surgió el amor. La joven, radiante de felicidad, contó lo sucedido a sus amigas y se creó la leyenda: quien en Dimalos bebe el agua de su fuente, encuentra el amor.
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