Cuenta una leyenda, que en Benadalid una muchacha cristiana, Fátima, se enamoró de un joven musulmán, aunque esta relación era imposible en esa época.
Tan grande era su amor, y tan grande el dolor por no estar juntos, que decidieron poner fin a sus vidas. Lo hicieron una noche, en busca de la rosa silvestre, que era una planta que tenía la propiedad de que su pinchazo producía efluvios tan pasionales, que quien se pinchaba moría desangrado.
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