Cuenta la leyenda que esta fortaleza presumía de ser inexpugnable. Los soldados cristianos pese a los insistentes ataques no conseguían hacerse con la fortaleza. Tras varios días de lucha y habiéndose derramado mucha sangre, los cristianos estaban dispuestos a retirarse.
Pero esa misma noche uno de los escuderos llamado Pedro Hidalgo se sentía inquieto y aprovechando la luna llena decidió escalar la Peña Negra donde en su cumbre existía una torre custodiada por diez centinelas árabes, pieza fundamental para disuadir los ataques del enemigo.
Con la espada en la boca, Pedro empezó a escalar la vertical peña y una vez arriba, exhausto y con las manos sangrantes por el esfuerzo, encontró a los diez defensores. Se encontraban todos dormidos y aprovechando la ocasión los degolló a los diez.
Terminada la matanza se echó a dormir. Al amanecer, Pedro empezó a lanzar desde lo alto de la Peña Negra las cabezas cortadas de los centinelas, desconcertando a los defensores, lo cual aprovecharon los cristianos para penetrar hacia el interior de las murallas, hacerse con la plaza y expulsar a los más de 5.000 musulmanes que la guardaban.
Tras la toma mandó levantar el castillo que hoy día vemos. Por su hazaña, a partir de entonces se conoció a Pedro Hidalgo como Pedro Diez.
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