En el año 1435 las fortalezas de Cambil y Alhabar cayeron en manos de Castilla gracias a una incursión que hacen por tierras granadinas don Juan de Sotomayor, maestre de Calatrava y Diego Rivera, adelantado de Andalucía. Tres años más tarde los granadinos recuperaron los dos castillos.
Del 15 al 30 de junio de 1457 el rey Enrique IV realiza una expedición por tierras musulmanas, pero no llega a efectuar ninguna operación de importancia. Regresa a Jaén y, a primeros de julio se dirige a Cambil con 1.200 caballeros y la reina, acompañada de diez doncellas. Llegaron a un punto tan próximo a Cambil que la guarnición se aprestó para defenderse, saliendo a las murallas, pero todo el ataque se redujo a algunos disparos de ballesta que la reina hizo a modo de juego.
A finales de abril de 1462 el Condestable Miguel Lucas de Iranzo decide atacar Cambil y Alhabar por los grandes daños y ataques sufridos en Jaén, pero no consigue conquistarlos y decide talar y destruir campos y trigales.
Hubo otros intentos cristianos de hacerse con ambas fortalezas, pero el final del período musulmán no llegaría hasta la primera quincena del mes de ramadán del año 890 de la Hégira, es decir de 1485, tras su cerco y toma por los Reyes Católicos. La derrota en Moclín del ejército cristiano desencadenó la decisión del cerco y toma de los castillos de Cambil y Alhabar. Para ello, el marqués de Cádiz es enviado por delante con 2.000 jinetes para iniciar el cerco de estas dos fortalezas, y cortar sus comunicaciones con el reino de Granada, mientras llegaban el resto de las huestes cristianas para ultimar el cerco. Sin embargo, las dificultades para llevar la artillería hicieron presagiar un desastre.
El problema se resuelve con la leyenda de la aparición del pastor de la toma de Cambil, que les lleva por los caminos más adecuados para facilitarle el transporte. Una vez colocada toda la artillería y ante los efectos devastadores de las lombardas de las huestes de los Reyes Católicos, los alcaides moros de Cambil y Alhabar solicitan pactar la entrega a partido. Acuerdan la entrega de 600 doblas de oro a cada uno de los alcaides y la salida en libertad de los defensores y habitantes de las dos villas y fortalezas, sin armas, ni caballos, llevándose de sus bienes tan solo aquello que puedan portar a cuestas.
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