La
dehesa de La Sierpe pertenecía a unos frailes y en el periodo de la
desamortización fue adquirida por don Jacinto Mateos, pasando más tarde a
pertenecer a doña Joaquina Mateos. En el escrito consta que mide 3.400 huebras,
o lo que es lo mismo, unas mil cuatrocientas hectáreas, dividida en noventa y
seis partes (veinticuatro yugadas). Consta de pastos y monte de roble y
encinas. La tenían arrendada los vecinos y pasaba de padres a hijos. Pagaban
una renta de cuarenta y dos mil quinientas pesetas, libres de contribución,
aunque en fechas anteriores la cantidad de dinero en arriendos había sido
superior. Pero por una disposición del Gobierno de la Segunda República (14 de
abril de 1931 a 19 de julio de 1936), pudieron pedir una rebaja en la renta
siendo defendidos los renteros por abogados de Salamanca.
El
15 de agosto de 1939 les pusieron el desahucio, representadas las amas por su
administrador. En esta fecha la propietaria era Josefa Mateos de Reinoso, que
la había heredado de sus padres. Los renteros nombraron abogados para su
defensa, ganando el pleito en Sequeros y Salamanca. La dueña apeló al Tribunal
Supremo, a Madrid, pero unos días antes de la celebración de verse la causa, la
mandaron retirar. De esta manera, ganaron los renteros el pleito.
La
propietaria, con el pleito perdido, decide vender la dehesa, pero no a quienes
la habían tenido arrendada, sino a otro cualquiera. La compra un vecino de
Salamanca, tratante de fincas, en nombre de otros tres, pero los renteros le
salieron al retracto, y se hizo la escritura pública a favor de éstos el 16 de
diciembre de 1940. Fue adquirida en ciento treinta mil pesetas; los gastos de
la escritura, de hipoteca y derechos reales, ciento sesenta y ocho mil pesetas
y el abogado, veinticinco mil pesetas, contándole por tanto la dehesa, sin
contar otros gastos de menor cuantía, la suma de un millón cuatrocientas
noventa y tres mil pesetas, de las que pagaron al contado trescientas mil
pesetas. Se dividieron en noventa y seis partes, que fueron adquiridas por
diecinueve renteros.
De
los compradores de la dehesa quedan en este pueblo sus descendientes, que
durante décadas han vivido de trabajar las tierras y de la ganadería, y los
mayores recuerdan cómo se adquirieron estos terrenos que han sido su forma de
vida. Ahora hay tan solo dos vecinos que se dedican a la ganadería, el resto
son jubilados. Hay menos de cincuenta personas empadronadas y en invierno tan
sólo una veintena de personas residen en la localidad. Sólo le falta a este
pequeño municipio la alegría de los niños en la alameda, pero como en otros, el
verano hace que este pueblo cobre más vida con la llegada de los que residen
fuera de él.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario