martes, 20 de febrero de 2018

La noche de San Juan (Salamanca)


Cuentan las viejas reunidas al brasero una fastuosa leyenda sobre la noche de San Juan. La leyenda cuenta que Zoraya, una guapa mora asesinó a una hermosa cristiana que estaba cautiva en la Torre de la puerta de Villamayor. El delito cometido fue haberse enamorado de su amo y Señor.
Al matarla, su sufrimiento no hizo más que empezar, pues todos los años se le aparecía en la Torre, con la cara llena de sangre, hilando un copo de oro en una rueca que estaba repleta de piedras preciosas.
Pasados los años, la leyenda continua y los refranes y coplas populares, recordaban la gesta y una buena noche por el año del Señor de 1777 un grupo de jóvenes, bailaba al amor de las hogueras que desde hacía mucho tiempo se celebraban en Salamanca esa noche, acompañándose de copioso vino empezaron a contar la historia, entre los presentes todos jóvenes y vigorosos estaba D. Juan Iñigo aguerrido caballero que daga en ristre, pregonaba que el no tenía miedo y mataría a todos los fantasmas que se le aparecieran, apodándole desde ese día Juan sin Miedo, bebieron y bebieron hasta embriagarse despidiéndose envalentonados prometiendo matar a todos los fantasmas que osaran cruzarse por allí, despidiéronse quedando emplazados para verse al día siguiente, pero el destino llevo a D. Juan en su deambular sin rumbo, de vuelta a la puerta morisca de la Torre, mal consejero y peor amigo Baco le anima a entrar daga en mano a ver a la famosa mora, pero al llegar al torreón por angosta escalera y a la pálida luz de un plateado rayo vio en el ático la instancia débilmente iluminada, imaginarias formas y sombras que le redoblaron valor al comprobar la inocencia del lugar por no haber nada en su interior.
De pronto, un vivo resplandor ilumina la estancia contemplando embelesado una bellísima joven, hilando en una rueca de nácar un copo de oro al que sujetaban argollas de piedras preciosas.                Alucinado alarga su temblorosa mano, alcanzando a rozar con los dedos el famoso Copo e inmediatamente un frió intenso le recorre el cuerpo el vello se le eriza, los ojos se dilatan, y el terror le invade constriñéndole la garganta hasta postrarlo de rodillas en tierra, a gatas aterrado solo atina a salir hasta el dintel donde la escalera se presenta tenebrosa y atrayéndole, cae por ella quedando inconsciente hasta la mañana siguiente, donde los guardias le dan por muerto.
Asistido por el capellán recupera el sentido y a gritos manifiesta, la ví, yo la ví, yo también la ví. Manteniendo esta actitud durante muchos días, sin saber a ciencia cierta cómo acabó la rocambolesca historia de la mora y Juan sin Miedo.

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