Cuenta
la leyenda que varios de estos caballeros se encontraban de caza en la dehesa
de Santidad cuando un brillo entre las rocas les sobresaltó a lo lejos. El
reflejo de los rayos de sol se repetía sin cesar, llegando incluso a cegar a
quien osara dirigir la mirada hacia la dirección en que parecía provenir el
sensacional halo. Pero allí estaba, desafiando a su curiosidad. No lo dudaron
un instante, aparcaron la persecución de sus presas y emprendieron la carrera
hacia las rocas para resolver el enigma. ¿Sería un cofre lleno de monedas? ¿Un
arcón repleto de joyas? ¿O tal vez preciosos cristales del Mediterráneo? Así
iban satisfaciendo la intriga hasta alcanzar la cima, donde el destino añadió
otro peldaño más que subir en forma de hallazgo.
Los
caballeros se mostraron contrariados. Ante ellos se encontraba la talla de una
Virgen, con las manos abiertas sobre la cintura, mostrando la palma, como
queriendo decir aquí estoy. Sobre la cabeza, una reluciente corona, origen del
destello que a lo lejos percibieron. Tras debatir durante un rato sobre qué
hacer con la imagen, decidieron llevarla hasta sus aposentos para rendirle
culto. Tan milagroso hallazgo así lo requería. Sin embargo, al bajar de las
rocas, se cruzaron con unos lugareños que rápidamente preguntaron por la
virgen. Los caballeros narraron lo acontecido y al momento los vecinos de
Villavieja se apresuraron a reclamar la propiedad de la talla. Si había
aparecido en sus tierras lo más justo era que se depositara en la iglesia. Los
caballeros se negaron, iniciándose una discusión que terminó en pleito.
Como
ambas partes no se ponían de acuerdo y ninguno quería emplear la fuerza para no
ofender a la virgen, mientras se resolvía el entuerto se construyó allí una
ermita para venerar a la imagen. Templo del que aún que se conserva en la
actualidad un arco. Y allí pasó el tiempo hasta que la autoridad eclesiástica,
como recogen las crónicas, falló a favor de los caballeros, llevándose la
virgen hasta Salamanca para depositarla en la capilla del convento de las
Adoratrices, donde se levantó la que desde entonces sería Nuestra Señora de los
Caballeros, en homenaje a quienes la encontraron. En compensación, a Villavieja
de Yeltes le dejaron una copia que es la que actualmente sale en procesión cada
28 de agosto. Sin embargo, cuentan los más viejos del lugar que los lugareños
dieron el cambiazo a la imagen y la que se llevaron los caballeros a Salamanca
era una copia, quedándose en el pueblo la talla encontrada en las rocas, que
permanece guardada desde entonces en algún lugar de Villavieja para que no sea
reclamada desde Salamanca.
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