Cuentan que en la cueva vivía una mora que
quedó sola tras el destierro de los moros granadinos y vivía en esa cueva. La
mora bajaba todas las noches a peinarse al arroyo, con una peineta de oro.
Murió una noche de San Juan y desde entonces, a eso de la media noche y en la
misma fecha, la mora baja a peinarse al arroyo. Los pelos que caen al río se
convierten en oro.
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