A 80 metros de profundidad, en las afueras del término municipal de Ossa de Montiel (Albacete), se encuentra uno de los lugares más míticos en la ruta cervantina de Castilla-La Mancha, aquel en el que su personaje Don Quijote sufría el encantamiento más intenso y famoso de la literatura universal. La Cueva de Montesinos se ha ido generando a lo largo de los siglos debido a los procesos de disolución del agua de lluvia en las rocas de la zona, y en su interior discurre un pequeño riachuelo.
Todas las leyendas populares que giran en torno a este emplazamiento tienen su inicio en el capítulo XII de la segunda parte del Quijote y han vuelto a tomar protagonismo con motivo de la conmemoración este año del IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes. En el libro, el valeroso y loco caballero llega a la cueva acompañado de su escudero Sancho Panza y de un guía, procedentes de las Bodas de Camacho. Se introduce en la misma no sin esfuerzo y ávido en su afán de aventuras:
“Y en diciendo esto se acercó a la sima, vio no ser posible descolgarse ni hacer lugar a la entrada, si no era a fuerza de brazos o a cuchilladas, y, así, poniendo mano a la espada comenzó a derribar y a cortar de aquellas malezas que a la boca de la cueva estaban, por cuyo ruido y estruendo salieron por ella una infinidad de grandísimos cuervos y grajos, tan espesos y con tanta priesa, que dieron con don Quijote en el suelo; y si él fuera tan agorero como católico cristiano, lo tuviera a mala señal y escusara de encerrarse en lugar semejante”.
Sin presagios que valgan, Don Quijote penetra en la cueva mediante una soga y vive uno de los encantamientos más bellos de la historia de la literatura universal. Posteriormente narra a Sancho y al guía lo visto allí abajo tras caer en un profundo sueño: vistas de prados, un hermoso castillo de paredes transparentes y Montesinos en persona, quien le guía hasta una sala de alabastro y al sepulcro con el cuerpo de Durandarte. Le explica que ambos, junto con su escudero, Guadiana, y la dama Ruidera y sus hijas, se encuentran allí encantados por obra del mago Merlín. El caballero conoce allí la historia del encantamiento.
Cervantes introduce el motivo de las aves y su sentido moral, el burlesco de la poesía del antiguo romancero carolingio e igualmente crea una de las más bonitas leyendas de la obra. Toda la historia transcurre en los capítulos XXII al XIV de la segunda parte del Quijote, que tratan de las “admirables cosas” que el valeroso caballero contó que había visto en su gran aventura en las profundidades de la gruta.
Actualmente, esta cueva está flanqueada por grandes bloques de piedra que se encuentran obstruyendo parcialmente la entrada quedando, no obstante, suficiente espacio para irse adentrando en el recinto subterráneo, prácticamente erguidos. Próxima al "umbral", a la izquierda, esta la oquedad "portal" que en otros tiempos llamaban de los Arrieros, por guarecerse en ocasiones éstos a su paso por parajes, circunstancias de inclemencias climatológicas.
A partir de la mitad de la cavidad aparece la zona más amplia conocida como la Gran Sala, de cuyo techo han sido encontrados multitud de murciélagos. Dentro de la misma se han hallado restos de útiles, que manifiestan la actividad humana desde tiempos remotos, como cuchillos y puntas de flechas de silex (microlitos), relacionados con trozos de hachas pulimentadas denominados por las gentes como "piedras de rayo". Pertenecerían a hombres del Neolítico final y de los inicios de la Edad de los Metales. Del mismo periodo se han encontrado una fusayola en la sala de entrada de la cueva.
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