Una de esas historias
que a grandes rasgos recuerdo era la de una mujer que se aparecía en la noche
de todos los Santos, de las notas que tome hace unos años cuando la recordé, el
año pasado escribí esto que más o menos se ajusta un poco a lo que en su
momento me contaron.
Dicen de ella que era
muy guapa, pero que provocaba un miedo terrorífico. Según
contaban tenía unos hermosos ojos negros como el azabache, como de mora.
Aquel que la miraba no podía apartar la vista de ellos, en los cuales
veía su propia muerte, avisándoles que la próxima vez que la verían estarían
muertos y que ese suceso no tardaría más de lo que duraba el año.
También contaban que
esa misma mujer iba a la fuente o a los pozos, cuando las mozas estaban
llenando los cántaros de agua y les decía que le dejasen pasar delante,
sin guardar la cola, si se negaban les arreaba con el cántaro en la cabeza y la
dejabas muerta en el acto. Aunque otros decían que la leyenda no era así,
sino que se refería a las mozas que fuesen a llenar agua al pozo de La
Veguilla el día de Las animas, se quedaba para vestir santos de por vida.
Otros cuentan que se
aparecía a los pastores y campesinos jóvenes, junto a los abrevaderos donde
iban a dar de beber a sus animales, y que si eran buenos mozos, aparecía con un
camisón de raso y yacía con ellos, quedando para siempre encantados formando
parte de su harén. Es por lo que a esta bella mujer le llamaban la
“aparecía” o la “reina mora” en contraposición a los “desaparecios” o los
“cristianos cautivos”.
Según contaban
aquellos narradores de Pinarejo, a aquellos que se les aparecía no eran
capaces de olvidar todo lo vivido, pero si intentaban contarlo se quedaban
mudos, siendo avisados por la bella “aparecía”. Ocurrió que una moza de
Pinarejo presenció cómo su novio era seducido por la “reina mora”, muriendo dos
días antes de la boda. Desconsolada fue a pedir consejo a una anciana que
vivía a espaldas del cementerio viejo y esta le dijo que el único modo de vengarse
de la “aparecía” era vestirse de mozo y con los ojos vendados pasear
cerca del pozo de la Veguilla a la media noche y nada más se le apareciese,
evitase mirarla a los ojos, ni con ellos vendados, le tirase agua bendita y
ella pensaba que así acabaría con ella pero que incluso así podría fracasar si
el agua no tocaba los labios de la “aparecía”.
Con el miedo en el
cuerpo la joven antes de la media noche estaba sentada en el brocal del pozo la
Veguilla, como le indicase la anciana, con una venda puesta en los ojos.
A las doce en punto, cuando ella esperaba a la "reina mora",
escucho la voz de su novio que con palabras dulces le hablaba de amor,
advertida de que eso podía ocurrir y que la mujer de bellos ojos podía
llegar a aparecer como si fuese alguien querido. Ella contesto con la
misma dulzura, diciéndole a su amado que se acercase, que el secreto mejor
guardado de su amor todavía lo guardaba para él y estaba dispuesta a
entregárselo en aquella noche junto a los juncos, pero que quería antes besarle
y abrazarle, a pesar de que según la anciana, podía morir. La “aparecía”
le dijo que se quitase la venda para besarle, pero ella se negó porque había
hecho una promesa que debía cumplir. Cuando la “aparecía” fue a
abrazar a la joven, la joven dijo que tenía sed y bebió agua bendita de un
pequeño frasco, después, muerta de miedo se abrazó a su supuesto novio y
juntaron sus labios. En el momento que la “reina mora” intentaba quitarle
la venda la joven deposito el agua bendita de su boca en la boca de la
“aparecía" comenzando esta a arder. Al día siguiente nadie se explicaba cómo era
posible que los juncos hubiesen ardido dejando dibujado un espacio que parecía
el cuerpo de una mujer. Solo la joven que había besado a la muerte sabía la
razón. Lo cierto es que ya nunca más hubo ni aparecidas ni desaparecidos
en Pinarejo.
Buenas noches, al menos poner el autor, por favor.
ResponderEliminarSoy Paco Arenas, el autor de esa presunta "leyenda", y también del fotomontaje.
Saludos
Pero es una leyenda o te la has inventado tú, Paco?
EliminarVamos a ver. Es una leyenda, de tradición oral presente en muchos lugares, y que yo he recopilado investigando, preguntando a personas mayores de mi pueblo y que le he dado forma escribiéndola. Por tanto soy el autor. Entonces, lo lógico es mencionar al menos al autor y el lugar de dónde se coge. Y el fotomontaje es mío.
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