Entre sus leyendas se cuenta que tras el concilio de Elvira, celebrado en Granada en el siglo IV, San Patricio, que por aquellos tiempos era obispo de la Iglesia malagueña, visitó por segunda vez la ciudad de Zalía, antigua población surgida en torno al castillo de Zalía en el término de Alcaucín, con el propósito de que sus habitantes abrazaran la fe cristiana, cosa que en su primer viaje no consiguió. Pero tampoco tuvo éxito en su segunda visita, por lo que, no sin pena, abandonó nuevamente el poblado camino de la capital malagueña. Pero he aquí que, llegada la noche, empezaron a abrirse grietas en el suelo de donde salían víboras que mordían mortalmente a sus habitantes, de tal manera que los vecinos se vieron en la necesidad de abandonar el pueblo, que desde entonces permanece deshabitado. De este modo, el terrible Dios bíblico castigó ejemplarmente a los descreídos vecinos de Zalía.
La población, horrorizada, huyó despavorida buscando establecerse en lugares más distantes, llegando hasta Alcaucín, Periana, Canillas de Aceituno y La Viñuela. Es conocida igualmente la leyenda que refiere la construcción por los árabes del castillo de Zalía con su doble anillo amurallado, que posteriormente se convertiría en una de las prisiones donde se encarceló a los héroes moriscos durante las revueltas y levantamientos de 1.569.
Se cuenta que el último reyezuelo ordenó esconder en las entrañas del castillo las riquezas atesoradas con el fin de que no se perdiesen ante la inminente conquista.
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