Cuenta
la historia que en el siglo XV, el rey de Castilla, Juan II, regaló
el Castillo a su persona de confianza, Álvaro de Luna, que fue quien lo
hizo una de las más importantes transformaciones hacia el estilo mudéjar
al alternar la mampostería y el ladrillo. Cuando Álvaro de Luna murió,
este fue entregado por el Rey Enrique IV a Juan Pacheco, su hombre de
confianza..
Los
Reyes Católicos, lo convirtieron en residencia palaciega y se lo regalaron como
dote a su sobrina Juliana de Velasco y Aragón, pasando a ser propiedad de los
Condestables de Castilla desde 1557 y, cuenta la leyenda, que en
el Castillo de Castilnovo estuvo alojada Juana la Loca tras la muerte
de su marido.
En
el siglo XVI albergó, como rehenes, a los hijos del Rey de Francia, Francisco
I, tras la batalla de Pavía y, ya en el año 1859, el Príncipe Alemán
Hohenzoller, entonces propietario de la fortaleza, lo vendió a José de Galofré,
secretario y pintor de la reina Isabel II, quien lo restauró (pues se
encontraba en ruinas) y, en esta restauración se modificó la fachada norte y se
construyó el ala sur del Patio de Armas, con estilo isabelino.
La
última reforma fue realizada por los Marqueses de Quintanar quienes encargaron
al arquitecto Cabello la arquería neoclásica del patio y la construcción de una
plataforma en la fachada norte para elevar el acceso.
Esta
fortaleza-palacio es, por lo tanto, una amalgama de estilos arquitectónicos que
se van superponiendo según quien vive en él y los tiempos que corren. Destacan
las torres, tres cuadradas y tres cilíndricas, adornadas con muchos balcones y,
los muros, de sillería con ladrillos mudéjares y calicanto.
El
monumento fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en el año
1931 y ahora, al ser una propiedad privada, no puede ser visitado, de hecho,
hasta hace pocas fechas ha estado en venta de nuevo, pidiéndose por él la
cantidad de 15 millones de euros como llegaron a publicar varios diarios
nacionales.
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