jueves, 1 de marzo de 2018

Milagro de las cruces (Ayllón, Segovia)


Habíase inaugurado en verdad el reinado del hijo de doña María de Molina de una manera extraordinaria y un tanto maravillosa, respecto de los judíos.
— Recordando tal vez las promesas mesiánicas, tantas veces lisonjera y ardientemente acariciadas como tristemente desvanecidas, habíanse levantado, con título de precursores ó profetas, en Ávila y Ayllon dos rabinos, respetados en una y otra aljama no menos por la austeridad de sus costumbres que por la poderosa é invencible dulzura de su palabra.
— Ayunando cada dia y mortificándose con ásperos cilicios, mostrábanse eximios observadores de la ley mosaica, cuyas ceremonias intentaban restituir á su primitiva pureza; y ejercitando todo linaje de virtudes y predicando el amor y la caridad, cundian tanto la reputación de su vida ejemplar y la autoridad de su doctrina que apenas hubo aljama en Castilla, donde no lograran ser reputados como santos. Rodeados, á vista de sus hermanos, por semejante aureola, nació ya en ellos la tentación de subir á mayores; y comenzando por revelar cosas un tanto peregrinas y vedadas á la general penetración, atrevíanse luego á profetizar otras no tan fáciles y cumplideras, acabando por anunciar á los suyos el próximo fin del cautiverio, con la ambicionada venida del Mesías.
Fué el efecto, producido por esta predicación en las sinagogas de las regiones rurales de Castilla, verdaderamente maravilloso, bien que nada tumultuario: los profetas, concertados sin duda en secreto, anunciaban con la mayor firmeza que la venida del Mesías tendria cumplimiento, al expirar el cuarto mes de aquel año, ó lo que era lo mismo, el 30 de Abril de 1295 (5055 de la C): los judíos, aceptado el pronóstico, resolvíanse á esperar con penitencias, oraciones, ayunos, limosnas, restituciones de haciendas y otras obras piadosas, al suspirado Redentor; mas por tan pacífica manera que sólo llegaban á excitar la curiosidad de los cristianos.

Venido el día prescrito por los precursores, dirigíanse con las primeras luces de la aurora á sus respectivas sinagogas los judíos de los campos de Castilla.
— Llevábalos á ellas la esperanza de oir en breve la señal misteriosa de la divina trompeta, que anunciaría á todas las criaturas la venida del Salvador del Mundo. Iban hombres y mujeres cubiertos de blancos vestidos, como cumplía en tan solemne ocasión y prescribían además los preceptos talmúdicos para las principales festividades. Mas lejos de oírse el celestial clamor que señalara la venida de Jesús-hijo-de-David, aparecía en los aires, ante los tabernáculos mosaicos, la figura de la cruz redentora; y reflejándose en los muros de las sinagogas, grabábase en las blancas vestiduras de los judíos, atónitos y desconcertados con tan estupendo milagro.

Sospecharon los más que era todo aquello obra de Satanás, cargando de maldiciones y denuestos a los cristianos, por cuya súplica se había obrado : algunos, menos contumaces en su creencia, tomando semejantes señales por inequívoco aviso del cielo, corrían presurosos á las iglesias cristianas, pidiendo á voces las aguas, del bautismo.
Los burlados rabinos, haciendo suyas las afirmaciones de los primeros, esforzábanse desesperadamente por apartar á los segundos de la conversión, espontáneamente iniciada. Desautorizados por tan portentoso suceso, veían, sin embargo, en gran parte malogradas sus reiteradas instancias, siendo muchos los israelitas que abrieron los ojos á la luz del Evangelio...
Tal es la narración, que de este hecho verdaderamente maravilloso debemos á muy diligentes y afamados escritores, en cuyas venas corrió sangre israelita.
Dada, no obstante, la habitual predisposición de los ánimos, no es inverosímil que el mismo anhelo, mostrado por los rabinos de Ayllon y de Avila para contener la deserción de los judíos, excitara el enojo de los cristianos, provocando la persecución...
Niegúelo ó acéptelo la crítica de nuestros dias, es indubitable que vivió en la tradición cristiana del siglo xiv con entera eficacia histórica, y que recibido de la narración oral, se trasmitió con igual fuerza al xv, contribuyendo poderosamente á señalar el primer año del reinado de Fernando IV como Era de fatal augurio para la generación hebrea. Y no dejó de serlo hasta cierto punto. Fijando nuestras miradas en las directas é inequívocas enseñanzas de la historia, no es difícil discernir ciertamente — dados los hechos que á los postreros días de la XIII/ centuria
se refieren y quilatados con maduro examen los que en los primeros doce años de la XIV centuria acaecen — que ni la política de doña María de Molina, ni la de su hijo don Fernando, ofrecieron, respecto de la raza israelita, ya obraran de consuno, ya separadamente, aquella seguridad y fijeza, que debieron ostentar sus actos, habida consideración al ejemplo de otros reyes, al provecho del Estado y á los no vulgares servicios, una y otra vez recibidos de manos hebreas...”

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