Según
cuenta la leyenda en las rocas que rodean La Fuencisla, las Peñas
Grajeras, quisieron despeñar a una mujer judía, Esther, que fue acusada
falsamente de adulterio. Como la ley judía castigaba este pecado con la muerte,
la mujer fue hecha prisionera y llevada hasta unas peñas para ser
despeñada. En el momento que la iban a empujar Esther se encomendó a la
Virgen de la Fuencisla y no sufrío ningún daño. Tras el milagro le pusieron el
nombre de María del Salto y a partir de ese momento se dedicó al cuidado de la
Virgen de la Fuencisla.
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