Cuenta
una vieja leyenda de Navalmanzano que en tiempos unos frailes guardaban la
ermita y en una cueva del otero escondían las riquezas y el vino que obtenían
de sus posesiones.
Misteriosamente,
de la noche al día, desaparecieron sin dejar rastro. Han sido muchos los que ha
cavado grandes hoyos en el cerro buscando sus tesoros.
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