lunes, 3 de septiembre de 2018

El encanto de las Pilitas (Alanís, Sevilla)


Era el 24 de junio de un año incierto, día de San Juan, Patrón de Alanís. El sol del ocaso doraba las cumbres de las montañas que circundan a este pueblo. En le ermita de San Juan situada al lado del catillo, había fiesta grande, donde aquella tarde se había dado cita la mayoría de los habitantes de Alanís.

A la sazón moraba en Alanís, diferentes familias musulmanes que habían recibido las aguas del bautismo, pero que continuaban practicando los ritos de su religión. Entre estos musulmanes había una joven morisca llamada Ascia. Era de una belleza singular. Mantenía relaciones secretas con un doncel hijo del alcaide del castillo, el cual, enamorado de la bella sarracena quería librarla del harén. Aquel día de fiesta aprovechando el tumulto, había concertado una entrevista con Ana María, que este era el nombre tomado por la sarracena, en la fuente de Las Pilitas, lugar inmediato al castillo para revelar ella al cristiano que su padre había decidido casarla con un árabe como es uso y costumbre de esta religión.

El escenario de la cita es misterioso, pintoresco y bello, y propio para la expansión del idilio y allí contó al cristiano sus temores.

El padre de la morisca que había recibido confidencia de aquella entrevista, dió aviso al futuro marido de su hija, que se llamaba Alí el africano y éste corrió lleno de ira al lugar de la cita y mientras enlazados se juraban sus amores eternos, el feroz moro clavó su alfange a traición en la espalda del joven cristiano, dejándole sin vida. Ascia enloquecida por la escena y por el furor del sarraceno, corrió despavorida gritando y el eco de sus gritos y su visión desaparecieron por las alturas de la alameda, como un girón fugaz de luna. El morisco se ensañó con el cuerpo inerte del confiado cristiano y cuando intentó buscar a la bella Ascia Halema, ésta había desaparecido del entorno. Avisados, los parientes y amigos buscaron inútilmente entre la arboleda y en las profundidades del arroyo. Todo fue inútil, la bella Ascia había desaparecido para siempre.

En años sucesivos, siempre que era llegado el día 24 de junio, a las doce de la noche, los curiosos que al regresar de la fiesta llegaban a la fuente de Las Pilitas, hallaban sentada al borde de la misma a la visión bella de Ana María y al querer acercarse a la misma, la visión desaparecía lo mismo que en la noche del drama.
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