Hace muchos años, tantos que ni nuestros abuelos lo recuerdan, un alegre pastorcito andaba cuidando de su rebaño de ovejas junto al arroyo Guadamora, muy cerquita del Río Guadalmez, en plena Sierra Morena.
Andrés, que así se llamaba el pastor, iba acompañado de Lucero,su inseparable perrito, cuyos cascabeles no dejaban de sonar con sus alegres movimientos.
Era el primer día de mayo y la primavera había pintado el hermoso paisaje de mil colores. El blanco de la jara, las rosas adelfas, el morado romero, las azules florecillas y el verde encinar. Y un enorme y amarillo sol que iluminaba todo el valle.
Avanzaba el día y apretaba el calor. Después de tomar un trago del agua fresca y cristalina que corría por el arroyo, el pastor , su perro y su rebaño decidieron ponerse a la sombra que ofrecían unas rocas al otro lado de la corriente.
Al adentrarse entre aquellos peñascales, unos ladridos del perrillo llamaron la atención de Andrés. Al acercarse hacia el lugar que Lucero señalaba con sus ladridos y movimientos, descubrió cobijada en una pequeña cueva una imagen de la Virgen María.
Lleno de asombro y contento, el pastor metió rápidamente la Virgen en su zurrón y se deslizó ligeramente por las veredas marcadas por el ganado, dejando al perrillo al cuidado del rebaño.
En poco tiempo, el pastorcillo llegó a Torrecampo con gran alboroto por el hallazgo que en su zurrón guardaba.
-¿Qué te ocurre Andrés? ¿has perdido tu rebaño?, preguntaba la gente con gran asombro.
El pastorcito, sin apenas aliento, dijo, al tiempo que abría su zurrón: -¡Mirad lo que he encontrado! ¡ Una imagen de la Virgen!
Cual sería su sorpresa, que al meter la mano en su zurrón, la imagen había desaparecido.
Rápidamente, volvió junto a las rocas y en el mismo sitio encontró a la Virgen, rodeada de las ovejitas y al cuidado del perrillo.
De nuevo metió la Virgen en el zurrón y salió corriendo camino del pueblo. Los habitantes de Torrecampo, conocedores todos de la sorprendente noticia, aguardaban en masa al pastor.
Cuando Andrés quiso sacar la imagen del zurrón, la historia se repitió, ya que la Virgen,de nuevo, había desaparecido milagrosamente. Y así sucedió hasta tres veces.
Todo el pueblo, congregado en masa, decidió acudir al lugar indicado por el pastor , donde se apareció la Virgen. Y allí, en una pequeña cavidad entre las rocas, situada junto a las veredas de los pastores, la gente comprobó que lo que decía Andrés era verdad.
Los torrecampeños comprendieron que lo que la Virgen quería era permanecer en ese lugar, junto al Arroyo Guadamora, por donde desde siempre pasaban los pastores con sus rebaños, en busca de agua y comida para su ganado.
- ¡Hagámosle una ermita a esta Virgen que se apareció en las veredas! - aclamaron los allí congregados.
- ¡Nombremos a la Virgen de las Veredas patrona de nuestro pueblo! - acordaron en multitud.
Y como todos estuvieron de acuerdo, decidieron celebrar aquella milagrosa aparición ,compartiendo como hermanos cuanta bebida y comida llevaban en sus zurrones y alforjas.
Desde entonces, durante el devenir de tantos siglos, cada primero de mayo el pueblo de Torrecampo celebra la aparición de la Virgen de las Veredas con una gran romería.
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