martes, 7 de abril de 2020

El caballo blanco de Santiago (Santiago de Calatrava, Jaén)

Cuenta la tradición que vivía en Santiago de Calatrava un labrador llamado Francisco Rubio, que servía en la finca de un poderoso hacendado llamado Laureano Zumaquero. Coexistían en Santiago de Calatrava dos facciones enfrentadas,y el campesino Francisco Rubio fue acusado por una vecina de la villa llamada Lorenza, de la que desconocemos otros datos, de haber quemado los almiares de Laureano. Francisco Rubio fue detenido y conducido a Martos, donde fue condenado a morir en la horca. Alegando inocencia Francisco pidió a los jueces permiso para volver a Santiago donde tenía las pruebas que lo absolverían. Se le dio indulgencia por tres horas; si al cabo de este tiempo no retornaba con las pruebas de su inocencia, la justicia lo buscaría para ahorcarlo. Francisco Rubio inició el camino andando, pues no tenía ningún otro medio de locomoción , y cuando arribó a Santiago estaba totalmente agotado; después de recoger unos documentos que necesitaba quiso cumplir su palabra ante los jueces, pero las fuerzas le fallaron y Francisco se sentó en la vereda del camino, exhausto, dándose cuenta que jamás podría estar en los tribunales de Martos en el tiempo señalado. Viéndose perdido se encomendó a San Sebastián, de quien era ferviente devoto (no es de extrañar si esta devoción tiene en la villa una antigüedad de casi 400 años), pidiéndole fuerzas para cumplir su compromiso. Entonces se le apareció un caballo blanco, que lo llevó volando hasta el juez mucho antes de cumplirse el plazo de la hora fatal.
El caso produjo un gran revuelo. Francisco Rubio pudo demostrar su inocencia, y Lorenza, arrepentida negó sus acusaciones. Francisco quedó libre de todos los cargos. En acción de gracias mandó edificar una ermita en el lugar donde ocurrió el milagro dedicada a San Sebastián, que se conservó hasta los días que cuenta el sacerdote F. Bruno. Éste dice también que fue construida la ermita en el solar que ahora ocupa el Colegio Público Santiago Apostol, el cual guarda una escultura de San Sebastián.

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