Para evitar malos entendidos, hay que aclarar que la única santa Eufemia de la que se tiene constancia, más o menos fidedigna, es la que vivió en Calcedonia (Bitinia, actual Turquía), ciudad que se encuentra en la entrada oriental del estrecho del Bósforo. Debido a que Eufemia se negó a practicar sacrificios a las deidades paganas, fue encarcelada y martirizada. Posteriormente, se construyó en Calcedonia una magnífica catedral sobre su tumba. Sin embargo, durante el siglo xvi se comenzó a divulgar la historia de que había habido otra Eufemia que fue martirizada en la antigua ciudad de Cástulo[1] por la misma época que la de Calcedonia de Asia Menor. Para argumentar esta creencia, se decía que Calcidonia era en realidad «Cazlona», es decir, el nombre moderno que hacía referencia a la antigua Cástulo. Por este motivo, a mediados del siglo xvii se construyó una ermita en el lugar que ocupaba la antigua población de Cástulo, empleando para ello piedras y esculturas antiguas de esta vieja ciudad. La existencia de la citada ermita, erigida en las cercanías de un antiguo castillo árabe, está ampliamente documentada, así como su desaparición definitiva, acaecida a mediados del siglo xix.
Según Gregorio López Pinto y su Historia apologética de Cástulo[2], la ermita de Santa Eufemia de Cástulo se erigió en el año 1536, lo que descartaría la influencia de los «falsos cronicones»[3], cuya difusión es de principios del siglo xvii. Por lo tanto, habrá que volver la vista a lo que el padre Francisco de Bilches nos cuenta en el libro que escribió en el año 1635 y que tiene por título: Santos y santuarios del Obispado de Iaen y Baeza…[4]. En dicha obra se dice que, en realidad, hubo hasta cuatro santas martirizadas con el nombre de Eufemia, aunque añade que «es cosa certísima que como Calcedonia y Cazlona [son las mismas], así las Eufemias son del todo distintas» y, para probarlo, alude al famoso Breviario Abulense. En dicha obra, al referirse al lugar del martirio de una de estas cuatro santas, se dice que fue in Europa civitate Calcedonia. A lo que el P. Bilches añade: «¿Y qué Calcedonia hay en Europa sino la de España?, cuyas ruinas vemos cerca de Baeza con nombre de Cazlona», y se quedó tan tranquilo…
Según nos sigue contando el recurrente L. Pinto[5], «por los años 1644» un tal Antonio de Molina (vecino de Bailén) que había sido sirviente de un clérigo de Granada, llamado el licenciado Palomino, recibió unos papeles de «cosas diversas» que el clérigo le dejó al morir. Entre esa documentación se hallaba una Recepta[6] en la cual se indicaba que el cuerpo de santa Eufemia se encontraba enterrado cerca de la ciudad de Cástulo, así como la forma de encontrarlo. Animado por el hallazgo, se decidió el tal Molina a viajar hasta la ciudad de Jaén y recalar en casa de un pariente suyo llamado Rafael Moreno. Dicho pariente le aconsejó que, antes de buscar por su cuenta, pusiese el asunto en conocimiento del entonces obispo de Jaén, el cardenal Moscoso y Sandoval (1589-1665), porque, según su pariente, «no convenía que ningún seglar le entretuviese en ello». Dicho con otras palabras: que el inevitable Moscoso quería tener el monopolio de los hallazgos de reliquias.
Una vez que el obispo tuvo conocimiento, reunió a un comité de «personas doctas» y se resolvió emitir un decreto dirigido al prior de la villa de Linares, que por aquellos años era el licenciado Andrés Bonilla Calderón. En este punto de su relato, L. Pinto nos da ciertos detalles sobre este presbítero al decir que era natural de Baeza y que era hijo del poeta Alonso de Bonilla (1570-1642). Y volviendo a la búsqueda del santo cuerpo, el decreto del obispo inquiría al prior de Linares para que buscase el sagrado thesoro guiado por lo indicado en la Recepta y que, para pagar las excavaciones, se gastasen hasta seiscientos reales del fisco episcopal. Para que nos hagamos una idea de cómo se iba a desarrollar la búsqueda, se transcribe el contenido íntegro de la Recepta. Dicho texto le fue facilitado a L. Pinto por el mismo Andrés de Bonilla, prior de Linares, y dice así:
RECEPTA DE CASTULO
9. Pasa el río que hoy llaman Guadalimar del término de Baeza[7], Bética de España y en el dicho río hay unos molinos de pan moler que tienen unos Batanes de encurtir paños.
10. Pasarás la barca del término de Baeza a Cazlona que está junto al río y pasando el río, por orilla arriba va el camino, camina por allí y llega a otro molino de fruto (?) en la misma agua.
11. Allí se vuelve el camino al Norte y centro de la ciudad y caminando este camino arriba a ducientos pasos del río, hallarás a la mano derecha una fuentecilla que tiene dos argibillos de boca torcida y a la parte donde sale el sol allí bien cerca hay una higuera que llevan higos colorados, cava en sus cepas porque está tapada con argamasa. Descúbrela y entra porque hallarás allí unos poyos y en ellos el cuerpo de Santa Eufemia, natural de Cástulo que padeció allí en tiempos de Diocleciano y más hallarás otros cuerpos de otros santos y otras cosas de valor[8].
Comenzó con entusiasmo la búsqueda del sepulcro y del cuerpo de la apócrifa santa y sobre todo de las «otras cosas de valor», pero según L. Pinto se hizo con poca destreza porque se erró al cavar, confundiendo unas higueras normales con aquellas que, según la Recepta, tenían higos colorados. Además, indica que las higueras son árboles efímeros y que las que había en los tiempos en los que se escribió la Recepta (primeros años del siglo xvii) podían haber desaparecido en 1644, año de la búsqueda. Igualmente, equivocaron también el sitio, porque se cavó en la parte occidental de Cástulo y, según el autor de la Historia Apologética, se debería haber excavado en la parte oriental. Al final, «vencidos del trabajo y del gasto… acabaron dándole de mano», es decir, finalizaron la búsqueda sin encontrar el tan ansiado cuerpo de la santa, así como su tesoro, y en este sentido se informó al cardenal Moscoso.
Se lamenta L. Pinto diciendo que los molinos, el camino y hasta la fuente permanecían en su sitio «salvo las higueras que el tiempo las llevó», aunque reconoce que algunas personas recordaban haberlas visto allí antiguamente. Se desprende de estas manifestaciones que nuestro inefable L. Pinto hizo una especie de investigación por su cuenta, aunque no pudo contar con medios suficientes para excavar en el sitio donde él suponía que se hallaba el sepulcro. En cualquier caso, zanja la cuestión aduciendo que confiaba en que para el futuro «Dios… sea servido de manifestar su thesoro». Es decir, permitir el hallazgo del glorioso cuerpo de santa Eufemia, mártir de Cástulo, pero también —suponemos— los otros objetos de valor que habría junto a su cuerpo.
Al final del relato, el autor se consuela con el hecho de que la historia ha de tener cierto fundamento, puesto que hasta el mismo cardenal Moscoso le había dado crédito, otorgando licencia para la búsqueda. Lo que López Pinto ignoraba (o tal vez no…) es que, por aquellos años de vorágine milagrosa y milagrera, cualquier historieta de santos era acogida por el cardenal Moscoso con el mayor de los entusiasmos. Muchos eran los beneficios (limosnas, donaciones, etc.) que se obtenían por las peregrinaciones a los santuarios que el avispado cardenal se apresuraba a fundar ante cualquier cuadro, imagen o reliquia con cierto aire de santidad.
Ante este fabuloso relato, nos podríamos hacer la siguiente pregunta: ¿existió realmente el sepulcro de santa Eufemia? Evidentemente, los restos de una inexistente santa son igualmente inexistentes, pero no los de cualquier otra persona. Es decir, que la citada Recepta podría estar describiendo una antigua estructura funeraria de la época ibera, romana o incluso paleocristiana. Por lo tanto, y desde ese punto de vista, hemos de admitir que la antigua ciudad de Cástulo está rodeada de numerosas necrópolis que los arqueólogos han venido descubriendo en los últimos cincuenta años. Sin entrar en detalles, algunas de esas necrópolis tienen una tipología similar a la descrita en la Recepta, es decir, unas tumbas en forma de fosa sellada («con argamasa») y unos receptáculos: urnas, sepulcros o incluso trégulas (estructuras a dos aguas que cubrían ciertos sepulcros) que podrían asimilarse a los «poyos» que se citan en la Recepta. Además, en algunas de estas necrópolis se ha hallado un ajuar (un thesoro) que muy bien pudieran ser las «otras cosas de valor» de las que se habla en la Recepta.
Por lo que respecta a la ubicación de esa legendaria tumba de santa Eufemia, y sin querer entrar en pormenores, parece que la Recepta nos está señalando el norte de la ciudad de Cástulo. La pregunta inmediata es: ¿se ha localizado por esa zona alguna necrópolis? Pues sí, en las campañas de los años setenta del siglo xx se descubrieron por esa zona las necrópolis de Puerta Norte, Casablanca, Baños de la Muela y Los Higuerones[9]. Por otra parte, es curioso comprobar que el nombre de esta última nos evoca a las higueras en cuyas cepas se había de excavar para encontrar el cuerpo de la legendaria santa. Además, casi todas esas necrópolis se encontraban saqueadas, es decir, que alguien ya las había visitado con anterioridad a los arqueólogos del siglo xx y se habría llevado las «otras cosas de valor» o posibles tesoros. ¿El autor de la Recepta?
Por último, nos quedaría por dilucidar el motivo por el cual la ermita de Santa Eufemia se edificó al pie del antiguo castillo árabe de Cástulo y no en otro lugar. Dicho de otro modo: ¿con qué se encontraron en el siglo xvi los promotores de la ermita de Santa Eufemia para animarse a construir el templo en ese preciso sitio? Y por otra parte: ¿tendría algo que ver en esa devoción la iglesia paleocristiana del siglo iv que se descubrió en Cástulo durante la campaña del verano de 2014? Esperemos que una prospección arqueológica, que no se intuye muy lejana en el tiempo, contribuya a arrojar luz sobre esta interesante cuestión
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