Cuenta la leyenda que cabalgaba por los campos de Antequera el alcalde de esa ciudad y de Alora, Rodrigo de Narváez, acompañado de un grupo de sus caballeros mas leales.
Habían salido en prevención de algún grupo moro que intentase talar los campos. Como no habían encontrado nada se dirigían a la ciudad, cuando, de pronto, uno de los caballero del Alcalde vio a lo lejos algunos jinetes que, según sus vestiduras, parecían ser musulmanes. El Alcalde y sus caballeros agitaron mas las espuelas de los caballos para dirigirse lo mas rápido contra esos jinetes tan sospechosos.
Cuando se acercaron más pudieron comprobar que en efecto eran moros de Granada, lucharon cristianos contra moros, pero al fin se declararon vencidos por los cristianos y decidieron entregarse prisioneros. Rodeados por los caballeros de Rodrigo de Narváez, fueron llevados hasta la ciudad, Rodrigo observo que de entre los cautivos destacaba uno por elegancia de sus ropas, por la gallardía de su presencia y también por el semblante dolorido que tenía.
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