Cuando Almogía fue repoblada por los cristianos viejos que habitaban el reino de Granada, aproximadamente en el siglo XVI, uno de estos cristianos o alguno de sus descendientes, decidió plantar olivos en las tierras que se le habían asignado. Después de hacerlo, al poco tiempo, observó que todas las estacas estaban prendidas salvo una, de aspecto seco.
Comentándole la situación a su mujer, muy devota de las Benditas Ánimas del Purgatorio, le recomendó que a la estaca que quedaba le confiase el crecimiento de ese olivo así como la producción del aceite.
Cuál fue su sorpresa que al poco tiempo de hacerlo, esa estaca estaba más frondosa que nunca. Desde entonces, a ese olivo se lo conoce como “El Olivo de las Ánimas” y, aún hoy día parece despuntar sobre el resto, como si su verdor fuese más intenso.
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