Según
cuenta la leyenda, el Monarca quedaba embelesado con las plantas que parecían
crecer de la nada, jornada tras jornada. Incluso los propios empleados del
mantenimiento del parque se preguntaban cómo era posible lo que allí sucedia.
Con
el tiempo, algunos trabajadores del parque llegaron incluso a afirmar que
habían visto al duende perpetrar su obra, pero este peculiar personaje siempre
se las apañaba para escapar entre la vegetación y la maleza. Por eso nadie pudo darle captura hasta
hoy.
Años
más tarde, cuando la Corona cedió el parque para que fuera de uso público, se
convirtió en el escondide de muchas parejas. Algunas de ellas también
aseguraron que habían sentido su presencia. Y que, además, quien logra verlo
implica que serán bendecidos con la suerte de mantener una relación dulce y
estable.
Nadie
ha podido capturarlo. Solo José
Noja, en el año 1985, consiguió congelarlo en el tiempo. Y desde
entonces permanece sentado sobre una de las jaulas de la Casa de Fieras que un
día ocuparon unos osos pardos. Desde allí observa su obra. Un bonito homenaje
para el culpable de que El Retiro, año tras año, se vista de flores en cada
primavera.
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