La
atalaya de Torrelodones es uno de los escasos vestigios medievales que se conservan
en la Sierra de Guadarrama. La barrera natural, que conforman las escapadas
formaciones rocosas, protegió a las poblaciones circundantes durante el asalto
árabe. Las poblaciones de Madrid y Toledo habían sido recuperadas de manos
moras cuando Don Tirso Lodón decidió regresar al hogar.
Los
años de batalla le habían agotado y la senectud amenazaba con vencerle, por lo
que, apelando al favor del rey, emprendió el camino de vuelto. En su hogar, le
esperaba su mujer y sus dos hijos que ya eran dos jóvenes.
La
llegada al castillo transformo su alegría en melancolía, pues los dos pequeños
que dejó al cuidado de su amada, ahora eran hombres.
Sabiendo
que el señor del castillo había regresado de la guerra, no tardaron en llamar a
su puerta todos los agraviados. Harto de sus actos, expulsó a Sancho y Ferrán
del castillo, que se refugiaron en la torre. Como era Noche de Difuntos, Tirso
esperó hasta la llegada del día.
A
la mañana siguiente, subió las escaleras seguido de sus sirvientes. Encontró la
puerta medio abierta y halló los cuerpos sin vida de sus hijos. Temiendo lo peor,
Lodón ordenó colgar a sus hijos de la torre, aparentando una falsa redención de
sus pecados. Los vecinos de la zona no le creyeron y terminaron por matar al
mismo Tirso.
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