En
tiempos no muy lejanos la calle Ayala se llamaba calle de los Pajaritos.
Allí, en su número 124, se levantaba un chalet de cuatro plantas que servía
para albergar el amor de pago en Madrid. Ante la oferta de mujeres atractivas
que residían en aquel templo del vicio pocos podían resistirse a la tentación,
ni siquiera los religiosos. Un obispo de la ciudad se encontraba en pleno
éxtasis sexual cuando le sobrevino la muerte en tan indecoroso lugar.
La
noticia de su muerte en un lupanar retumbó en todo Madrid pero aún más cuando
comenzaron a circular historias de apariciones del obispo en el lugar así como
ruidos, fenómenos polstergeist y otros sucesos extraños que
los vecinos soportaban con estupor y pavor. En los años 80, cuando la vieja
casa del pecado se transformó en viviendas, los trabajadores advertían de la
activación sin motivo de sensores de movimiento. Las leyendas no solo se
circunscriben al obispo malogrado, sino a dos prostitutas fallecidas en
extrañas circunstancias que también parecen estar de ronda eterna por el lugar.
Un punto curioso en la geografía maligna de la ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario