Precisamente
en las tierras próximas a los viñedos -menos castigados por las heladas- se
encuentra la Ermita de la Virgen del Remolino, la cual toma su nombre de la
forma en que se apareció. Relata otra leyenda que un soleado día, un grupo de
pastores con sus ganados cerca del río, vieron como un gran remolino transformaba
el cielo en oscuridad, cambiando el paisaje por completo. Al limpiarse los ojos
descubrieron una talla de la Virgen a medio desenterrar. Algo que se interpretó
como un milagro a los ojos de la fe, aunque los más escépticos, explican esta
aparición como un acto para preservar la talla de la virgen de la invasión
musulmana.
Si
bien, de la talla original no queda ningún resto ni grabado, los molareños
conservan una nueva imagen de la virgen en la ermita situada al sur del pueblo.
A este lugar acuden cada año los vecinos para recoger a su patrona y llevarla
después a los festejos patronales. Una jornada también conocida como la del pan
y el queso, pues se entrega a los quintos del pueblo una tradicional limosna a
base de estos alimentos para que tengan fuerzas para subir los ocho kilómetros
cuesta arriba que separan la ermita del pueblo.
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