En
el cerro de la Vera Cruz, uno de los que arropan a Alcalá por el oriente,
aparece la entrada a una oscura y profunda cueva que se dice llega hasta
Guadalajara por un lado y por otro hasta el Castillo de Santorcaz. Siempre
dijeron las gentes que estaba habitada por seres de tamaño gigantesco. La
leyenda se amplió cuando se dijo que una vez se ocultó allí una cerda, que fue
herida y acuchillada por los moros que dentro de allí vivían, y que emitió
tales gruñidos que cuantos desde fuera los oyeron llegaron a la conclusión que,
en aquel antro subterráneo, además de gigantes y de moros, habitaban demonios.
Todo un conjunto de seres fantásticos ocupando la oscuridad del subsuelo
alcalaíno.
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