Contaban
nuestros abuelos que un vecino dejó atada una burra en el campo cerca del
pueblo, en forma y manera que tuviera disponible una superficie de terreno
suficiente para poder alimentarse. Esto se conseguía clavando una estaca en el
suelo y atando de ella al animal con una soga de unos 4 o 5 metros. Durante la
noche, la burra fue atacada por los lobos y presa de pánico, consiguió arrancar
la estaca del suelo y corrió arrastrando la soga con la estaca hasta guarecerse
en un pajar de las afueras del pueblo cuya puerta estaba abierta. El lobo que
la perseguía entró también en el pajar y la burra que se veía acorralada, tuvo
que salir huyendo del pajar con tan buena suerte para ella que la estaca que
arrastraba se trabó en la puerta tirando de ésta hasta cerrarla tras de sí, y
dejando dentro al lobo. Al amanecer un vecino que pasó por allí observó que la
burra estaba muy nerviosa en la calle y atada por la soga a la puerta del
pajar. Al intentar soltarla descubrió con sorpresa que dentro del pajar estaba
encerrado el lobo desesperado por no poder salir. Avisó a otros vecinos y entre
todos consiguieron capturar y matar al lobo.
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