La Cabeza del Covacho ha ejercido un importante
influjo sobre los habitantes de Guisando. Este accidente geográfico no sólo
preserva al pueblo y a sus habitantes de los vientos fríos de la sierra,
formando una especie de pantalla tras la que se han cobijado, desde siempre,
las blancas casas de los guisanderos.
El Covacho abrigó a los primeros cabreros que, según
la tradición, asentaron sus majadas en La Majadilla o en Los Parrones,
proporcionándoles el agua de su arroyo y los ricos pastos de sus laderas y
dando lugar a lo que hoy es nuestro pueblo.
No es extraño, por tanto, que en torno al Covacho
hayan nacido numerosas historias y leyendas. Recordemos lo de «entre La
Carquesa y La Covacha se queda el oro y la plata», y aquella del «Risco del
Soldado», sin olvidar la de «La Dama Encantada de la Fuente de La Quicla», que
gracias a las narraciones de mis vecinas mayores puedo traeros hasta aquí.
La fuente de La Quicla no es ninguna historia o
leyenda, es una fuente real que nace entre dos piedras situadas al norte de la
Cabeza del Covacho. Es una fuente que mana todo el año, aunque su localización
es complicada salvo que algún entendido nos ayude a ello. El hueco donde nace
es tan angosto que se dice que las cabras que tenían la cornamenta muy
desarrollada no podían beber su agua.
Según la leyenda o historia, en esta fuente se
aparecía cada mañana de San Juan y antes de que saliera el sol una doncella de
extraordinaria belleza que padecía un encantamiento, el cual sólo se rompería
si un mozo de Guisando la veía y tocaba la mañana de San Juan, antes de que la
alcanzaran los rayos del sol.
Existen varias versiones sobre intentos de romper el
encantamiento de la doncella. Todas ellas son bastante similares, pero con
variantes, por lo que vamos a exponer todas las que conocemos por respeto a
todos los que nos las han contado y por la imposibilidad de discernir cuál es
la auténtica.
Una versión nos relataba que:
«Un buen mozo de Guisando
quiso descubrir la verdad de la doncella de la fuente de La Quicla, por lo que
la madrugada de San Juan salió del pueblo y empezó la ascensión de las cuestas
que le llevarían hasta la fuente. Era tan grande su deseo de llegar a la fuente
antes de que saliera el sol, que llegó a la fuente antes del amanecer. El
madrugón y el cansancio de las cuestas hizo que se quedara profundamente
dormido mientras esperaba la salida del sol. Cuando despertó el sol estaba ya
bastante alto y la doncella no aparecía por los alrededores de la fuente. Sin
embargo sí halló un pañuelo blanco sobre la hierba. El mozo intentó coger la
prenda para mostrar a todo el mundo su hallazgo, pero se encontró con que el
pañuelo se desvaneció entre sus dedos, desapareciendo».
Otra versión nos describía que:
«Un soñador mozo de
Guisando, conocedor de la leyenda, aunque no muy convencido de que la misma
fuera verdad, emprendió la mañana de San Juan la subida hacia la fuente.
Durante la subida el mozo se encontró con unos lecheros que bajaban la leche
desde las majadas al pueblo y que le preguntaron dónde iba tan temprano. El mozo,
que era bastante tímido, no se atrevió a confesarles la verdadera razón del
madrugón y se entretuvo dando explicaciones para justificar su actitud.
Finalmente pudo continuar
su ascensión hacia la Cabeza del Covacha y de allí a la fuente. Cuando se
aproximaba a La Quicla los rayos del sol estaban a punto de alcanzar la fuente
y, ¡oh sorpresa!, allí estaba la doncella, bellísima, cubierta con un
espléndido vestido blanco, que le dedicaba una delicada sonrisa al tiempo que
le tendía los brazos. Fue tal la sorpresa del mozo y tan grande su admiración
que no pudo reaccionar y atender la insinuación de la doncella, quedándose
clavado. Entretanto el sol continuaba su ciclo y alcanzó el chorro de agua de
la fuente, en cuyo momento la doncella se desvaneció ante la desesperación del
mozo.
La historia dice que el
mozo volvió a subir varias mañanas de San Juan a la fuente de La Quicla, pero
no volvió a encontrar a la doncella. No supo aprovechar su oportunidad y...».
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