Corriendo
el año 1353 llegaron a Cerro de Guisando cuatro ermitaños venidos de Italia y
habitaron las cuevas naturales, haciendo vida contemplativa y alimentándose con
de frutos silvestres. La gente de los alrededores los tenían por vagos, por lo
que decidieron abandonar el lugar.
Al
día siguiente, antes de emprender la marcha, comentaron sus sueños y, según la
leyenda, a los cuatro se les había aparecido la Virgen, recriminándoles su poca
fe, aconsejándoles que no dejasen las cuevas, porque pronto verían colmadas sus
ilusiones, entre las que se encontraba la construcción de un monasterio.
Monasterio que vieron edificado pocos años después por donaciones de la alta
nobleza castellana y dedicado a San Jerónimo.
La
imagen de la Virgen fue tallada en madera y conocida como la "Virgen de la
Cueva de Guisando" o "nuestra Señora de la Cueva de San
Patricio".
También
hicieron una pintura de San Jerónimo en un lienzo con un marco de madera. El
marco se apolilló y se deterioró por la humedad, mientras la pintura del lienzo
quedo intacta.
Desde
entonces los ermitaños crecieron en número y fueron muy queridos, siendo
conocidos como los "Beatos de Guisando".
Referente
a la cueva de San Patricio, los tembleños, durante años, creyeron que ésta
llegaba hasta Portugal y los menos crédulos que hasta el macizo de Gredos.
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