La Calle del Cristo de la
Repolla. Se cuenta que cierto día un mendigo andaba pidiendo y llamó a la
puerta de una casa habitada por una familia muy humilde del pueblo, atendiendo
la llamada una anciana que lo recibió y dijo no tener mucho que ofrecerle,
aunque sí una polla de las que acostumbraba a criar en su corral. Debió quedar
muy agradecido el mendigo, que a la mañana siguiente la buena mujer encontró a
la puerta de la casa dos pollas, además de un cristo tallado de madera sobre un
crucifijo; el cristo de la repolla.
Recuerdan los mayores, además, que durante la contienda civil se produjo un bombardeo aéreo que afectó a varias casas en la barriada de “el cerrete” y se produjeron derrumbes quedando en pie una pared de estas viviendas donde existía una hornacina empotrada hacia el exterior que guardaba el cristo de la repolla.
La milagrosa historieta se trasmite desde antiguo entre los vecinos del pueblo de Cifuentes justificando el nombre del “Cristo de la Repolla” para una vía pública que, efectivamente, aparece en el callejero municipal, a lo que se añade el hecho de que también existe el referido crucifijo con la talla de este Cristo de tan singular advocación y que, como hemos referido, aún se recuerda alojado en su hornacina de “el cerrete”.
Al margen de mantener la consideración sobre las tradicionales leyendas de milagros que cuajan entorno a la mayoría de personajes religiosos, parece tomar mayor fuerza de objetividad aquella otra versión que, justifica tan singular nombre, como un vocablo medieval transformado en la actualidad y ligado al gremio de los horneros: “la poya”.
“El horno de pan cocer” era un servicio común utilizado por los vecinos y regentado por el hornero que cobraba a los vecinos por cocer el pan, lo que se llamaba “la poya”, que consistía en un tanto por ciento del peso de la masa que cada vecino llevaba a cocer. Con el producto de “la poya”, el hornero cocía dicha masa haciendo pan para venderlo a los vecinos que no amasaban, y así obtener un jornal.
“La repoya o repolla”, quizás tenga explicación en el hecho de que, al igual que el hornero que cobraba por la cocción del pan, el molinero debía apartar, también, un porcentaje de la molienda. En consecuencia, el vecino contribuía doblemente para la obtención de su pan. Por lo tanto, el término “repolla”, seguramente, sea una simple falta de ortografía que la tradición ha mantenido hasta nuestros días.
No está constatada la relación existente entre esta talla del Cristo y los horneros y molineros del medievo, por lo que la denominación de la vía pública pudiera deberse a la conjunción circunstancial de dos hechos diferenciados, incluso en tiempos diferentes, cuyo resultado actual es el “Cristo de la Repolla”.
Recuerdan los mayores, además, que durante la contienda civil se produjo un bombardeo aéreo que afectó a varias casas en la barriada de “el cerrete” y se produjeron derrumbes quedando en pie una pared de estas viviendas donde existía una hornacina empotrada hacia el exterior que guardaba el cristo de la repolla.
La milagrosa historieta se trasmite desde antiguo entre los vecinos del pueblo de Cifuentes justificando el nombre del “Cristo de la Repolla” para una vía pública que, efectivamente, aparece en el callejero municipal, a lo que se añade el hecho de que también existe el referido crucifijo con la talla de este Cristo de tan singular advocación y que, como hemos referido, aún se recuerda alojado en su hornacina de “el cerrete”.
Al margen de mantener la consideración sobre las tradicionales leyendas de milagros que cuajan entorno a la mayoría de personajes religiosos, parece tomar mayor fuerza de objetividad aquella otra versión que, justifica tan singular nombre, como un vocablo medieval transformado en la actualidad y ligado al gremio de los horneros: “la poya”.
“El horno de pan cocer” era un servicio común utilizado por los vecinos y regentado por el hornero que cobraba a los vecinos por cocer el pan, lo que se llamaba “la poya”, que consistía en un tanto por ciento del peso de la masa que cada vecino llevaba a cocer. Con el producto de “la poya”, el hornero cocía dicha masa haciendo pan para venderlo a los vecinos que no amasaban, y así obtener un jornal.
“La repoya o repolla”, quizás tenga explicación en el hecho de que, al igual que el hornero que cobraba por la cocción del pan, el molinero debía apartar, también, un porcentaje de la molienda. En consecuencia, el vecino contribuía doblemente para la obtención de su pan. Por lo tanto, el término “repolla”, seguramente, sea una simple falta de ortografía que la tradición ha mantenido hasta nuestros días.
No está constatada la relación existente entre esta talla del Cristo y los horneros y molineros del medievo, por lo que la denominación de la vía pública pudiera deberse a la conjunción circunstancial de dos hechos diferenciados, incluso en tiempos diferentes, cuyo resultado actual es el “Cristo de la Repolla”.
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