Se cuenta que cierto
pretor del Imperio Romano, siguiendo la vieja costumbre de erigir monumentos
para conmemorar victorias, celebró su entrada en Talavera levantando en la zona del Casar la figura de
dos toros junto a una torre. Al parecer, la torre que aparece en nuestro
escudo representa las numerosas
torres albarranas que llenaban nuestra ciudad; y los dos toros no
son toros, sino un buey y una vaca,
y simbolizan una costumbre romana muy curiosa que consiste en dejar sueltos a
estos animales enganchados a una vertedera. El surco que trazaban al andar era
seguido después por los ingenieros romanos para empedrar sobre él un camino.
Dicha costumbre no es ninguna superstición, al contrario, se basa en un
razonamiento muy astuto, pues los bueyes buscan siempre el terreno menos
dificultoso (sobre todo en los ascensos). La fórmula de ingeniería quedó simbolizada para siempre en
el escudo talaverano, pues también se empleó para delimitar el término de
nuestra ciudad.
Pero existe una leyenda totalmente inventada que da otra explicación a los símbolos de nuestro escudo. Al parecer, este buey y esta vaca eran los únicos animales que quedaban tras el recinto amurallado donde los talaveranos resistían cierto asedio. Los días pasaban y las dos reses cada vez se hallaban más cerca de servir de almuerzo a los asediados. Cuando el hambre se hizo insoportable y ya acudían los talaveranos con el cuchillo a dar el tajo a las pobres bestias, se les ocurrió una idea: abrieron la puerta del recinto y las dejaron libres.
Por esta señal los enemigos entendieron que a los talaveranos nos sobraba el alimento, y viendo que el asedio podría alargarse indefinidamente, desistieron de su intento y se marcharon, pues los enemigos tampoco andaban muy holgados de provisiones. El escudo, pues, reflejaría el momento en que las reses salen de las murallas y dan la victoria a los talaveranos.
Pero existe una leyenda totalmente inventada que da otra explicación a los símbolos de nuestro escudo. Al parecer, este buey y esta vaca eran los únicos animales que quedaban tras el recinto amurallado donde los talaveranos resistían cierto asedio. Los días pasaban y las dos reses cada vez se hallaban más cerca de servir de almuerzo a los asediados. Cuando el hambre se hizo insoportable y ya acudían los talaveranos con el cuchillo a dar el tajo a las pobres bestias, se les ocurrió una idea: abrieron la puerta del recinto y las dejaron libres.
Por esta señal los enemigos entendieron que a los talaveranos nos sobraba el alimento, y viendo que el asedio podría alargarse indefinidamente, desistieron de su intento y se marcharon, pues los enemigos tampoco andaban muy holgados de provisiones. El escudo, pues, reflejaría el momento en que las reses salen de las murallas y dan la victoria a los talaveranos.
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