Corrían
los tiempos de la Reconquista durante los cuales era Rey de Castilla Alfonso
VII (1105-1157). El Señor de Aurelia, un joven y apuesto caballero iba a
reunirse con el Señor de Alboer en
el castillo de éste último para planificar conjuntamente la defensa del
territorio ganado a los moros. En el castillo de Alboer conoció a Juliana, hija
del Señor de Alboer y
famosa por su gran belleza. Ambos se enamoraron y el caballero prometió a su
amada que antes de la Noche de San
Juan volvería a su castillo para casarse con ella. Llegado el día
Juliana estuvo preparando su castillo para la fiesta, y se retiró a su
habitación para esperar la llegada de su amado, donde se peinaba con un peine
de oro regalo de su padre años atrás.
La
noche había caído y no había noticias del Señor de Aurelia, éste cogió un
sendero más peligroso por los desfiladeros de la zona para burlar a una
avanzadilla mora replegada por la zona. Una tormenta empezó a desatarse y el
padre de Juliana partió en su busca, temiendo que se hubiera encontrado con
algún peligro. Juliana quedó sola en el castillo ansiosa y desesperada por la
tardanza en llegar de su padre y de su amado, peinándose cada vez más aprisa
por el nerviosismo desatado. En esto que llamaron a la puerta fuertemente, y
Juliana pensando que eran noticias abrió la puerta ella misma, al abrir se topó
con una gitana con su hijo moribundo en brazos que pedía desconsoladamente
ayuda al castillo, Juliana en vez de ayudarla la increpó y la echó de malos modos
de su puerta; la gitana insistió dos veces más, la última vez Juliana empujó a
la gitana tirándola al suelo gritando que se fuera al infierno con su hijo. La
gitana levantándose del suelo y mirando fijamente a la chica dijo:
“Bien quiera Dios que mi hijo salve su vida esta noche porque de no ser así
maldigo a este castillo, el cual desaparecerá quedando solo las ruinas,
igualmente te maldigo a ti, que desaparecerás con el hasta que un caballero
de armadura blanca venga a buscarte en una noche de San Juan, hasta
entonces te condeno a desaparecer y errar hasta la eternidad”
Dicho
esto el niño expiró y la gitana levantando su hijo en dirección a los cielos
clamó justicia a su maldición, la tormenta se incrementó, las brumas se
hicieron con la zona y los rayos y relámpagos redujeron a ruinas el castillo.
Al ver lo que sucedía Juliana se arrodilló pidiendo perdón por su culpa.
Momentos más tarde un soldado se acercó a Juliana con una tremenda noticia, el
Señor de Aurelia se perdió por el desfiladero al no ver la silueta del
castillo, y su caballo al asustarse de un rayo se precipitó por el desfiladero
llevándose a su jinete hacia el fondo del barranco. Una capa ensangrentada con
el blasón del árbol, armas de Aurelia, era la prueba de su final.
Así
pues, Juliana quedó maldita a errar para siempre y solamente puede ser vista
durante la noche de San Juan peinándose el cabello junto a uno de los muros de
las ruinas del Castillo de Alboer,
esperando que algún caballero la libere de su castigo.
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