Resulta
que un jinete templario arrollo sin querer a la gallina más ponedora del corral
de un judío de Torija, quien airado le maldijo a gritos: "¡Nos has dejado
sin huevos para comer! ¡Ojalá te pase a ti como a mi gallina! ¡Hambre de huevos
tenías que pasar...!".
Y
esta maldición se cumplió pues poco después falleció el templario de un cólico
miserere, siendo sepultado junto al convento de San Benito y en ese territorio
escatológico intermedio entre la tumba y el más allá estuvo condenado, además,
a alimentarse durante mil años únicamente de la yema de los huevos. "Por
eso cada noche sale de su sepultura, con su manto blanco y su cruz roja, y va a
los gallineros cercanos en busca de la yema que le permite seguir viviendo y
este puede que sea uno de los caminos que recorre en las oscuras noches.
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