La
iglesia de San Bartolomé, en Tartanedo, guarda un retal manchado de sangre que
se dice que es fruto de la conversión de unas hostias consagradas que fueron
profanadas por los franceses en la Guerra de Sucesión española. Un lienzo que
el cronista alcarreño Antonio Herrera Casado definió en su obra «Glosario
provincial de Guadalajara» como un paño «de textura recia, muy viejo. En su
centro hay varias manchas circulares, pequeñas, palidamente rojizas». Aunque
este rastro puede ser fruto de la acción de una bacteria (serratia marcescens u
«hongo de las hostias»), el archivo diocesano de Sigüenza relata en el
«Expediente sobre el milagro de los Santos Misterios» un exorcismo ligado a
este objeto recogido ante notario. En 1769, Rosa Alonso, una vecina del pueblo,
se retorcía de dolor durante la misa celebrada en la iglesia, llegando al punto
de tener la garganta hinchada y convulsionar. El párroco decidió practicarle un
exorcismo en ese momento, delante de unos 90 feligreses, ayudado del retazo de
tela. Los espíritus de su interior, al ver el lienzo, gritaban «sangre, sangre,
sangre de Jesús», hasta que Rosa quedó de rodillas, volviendo en sí y
exclamando «santos misterios de mi alma y de mi vida», momento en el que los
vecinos, alborozados, celebraron la salvación de la feligresa.
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