lunes, 27 de noviembre de 2017

La casa de dos puertas (Santa Cruz de la Zarza, Toledo)

En Santa Cruz de la Zarza –municipio ubicado en el este de la provincia de Toledo- hay un relato parecido que acabó de modo diferente del de Teruel. La leyenda refiere que, en el año 1778, dos jóvenes de esta localidad, Ángela y Alonso, estaban enamorados y aspiraban a casarse.
Pero el padre de ella, D. Juan Manuel de Lara, viudo hidalgo terrateniente, sostenía una vieja enemistad con el padre de él, Alonso Chacón, rico hidalgo también, y por ello no autorizaba la boda de los jóvenes; ni siquiera autorizaba que se hablaran; hasta mandó levantar un muro para que él no pudiera acercarse a la ventana de ella.
Sin embargo, el amor pudo más y Ángela contó a su padre que se iba de su casa para casarse con su amado. Enfurecido, su padre lanzó un terrible juramento; “¡Yo te juro que si sales para casarte por esa puerta, no volverás a entrar por ella, ni viva ni muerta!” pero esto no detuvo a la joven y se marchó.
Cuenta la tradición que, pasados los años, el Rey Carlos III pasó por Santa Cruz de la Zarza y se alojó en la casona del matrimonio formado por Alonso y Ángela. Como en otros relatos semejantes, al final de la estancia, el Rey dijo a D. Alonso que le pidiera lo que quisiera para agradecerle las atenciones recibidas. Alonso recordó el juramento formulado por su suegro y pidió al Rey que intercediera ante él para que lo levantara, a fin de que su esposa Ángela pudiera volver a ver a su padre en su casa. El rey accedió y habló con D. Juan Manuel de Lara que, no obstante, no se mostró dispuesto a desdecirse, ni ante la voluntad del Rey.
Sin embargo, reconociendo la felicidad del matrimonio de su hija y ante la insistencia del Rey, accedió al fin pero, en realidad, sin dar su brazo a torcer. Dijo D. Juan Manuel de Lara: “Ya que el juramento de un hidalgo caballero español está por encima de todas las cosas…, he tenido a bien mandar tapiar esa puerta y que, antes de dos jornadas, se construya a distancia prudencial una nueva puerta. De esta forma, mi hija podrá entrar en esta casa y abrazarme y yo mantendré, por el paso de los años, mi palabra y juramento de hidalgo”.

Final feliz: padre e hija se reunieron y la casa quedó con dos puertas: una tapiada –que se conserva aunque con una ventana abierta en su centro- y la nueva, la que desde entonces se utiliza para los accesos. La casa ha sufrido algunas transformaciones importantes aunque se conservan algunos vestigios más, aparte de las puertas.

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