domingo, 8 de octubre de 2017

Cristo de Villajos (Campo de Criptana, Ciudad Real)

Hace muchos años, el religioso que regentaba el Templo de Villajos, se vio en la necesidad de encargar a un escultor la realización de una imagen de Jesucristo Crucificado. El más conocido por toda la comarca era uno que, a la sazón, tenía enclavado su taller a las afueras de Alcázar de San Juan; en donde en la actualidad está ubicada la pequeña capilla del Cristo de Villajos de la calle Castelar. Nuestro buen sacerdote hizo muchas visitas al escultor para preguntar qué tal llevaba la realización de su encargo. El escultor, siempre de buen grado, le contestaba con evasivas, diciéndole que acabaría su encargo más adelante. La verdad es que la exhausta economía de nuestro clérigo y su feligresía no eran lo suficientemente incentivo como para animar al escultor que concluyera su obra, siempre tenía otros compromisos de mayor provecho y mejor pagados que atender.
Una vez más -sería la enésima- se desplazó el incasable sacerdote a preguntar por su obra, desde Villajos a Alcázar. Cuando llegó al taller se encontró con la puerta cerrada. Llamó incansablemente para ver si le abrían, ya que a través de los cristales de la puerta vio la imagen del crucificado totalmente acabada. Un labrador que pasaba en aquel momento por allí le dijo:
- No se canse en llamar, padre; he visto hace un rato al escultor bajar al pueblo. Ahí no hay nadie.
El clérigo se dirigió a Alcázar a ver si encontraba al escultor y cuando le halló le dijo que le había emocionado el ver la talla que había realizado. El escultor, perplejo, le dijo que no había concluido su obra, ya que en realidad no la había tocado desde la anterior visita.
Y en esta discusión del sí y el no, optaron ambos en ir al taller para comprobar cuál de los dos llevaba razón; decisión que fue aprovechada para que varios vecinos alcazareños más se les uniesen para ver el desenlace. Como el lector se está imaginando, al llegar la comitiva al taller vieron exaltados la conclusión de la imagen. Todos gritaron que se trataba de un milagro.
Nuestro clérigo se opuso desde su primer momento, argumentando que el Cristo pertenecía a Villajos y no a Alcázar. De nada sirvieron los razonables argumentos del cura. Un nutrido grupo de hombre fornidos trataron en vano levantar la imagen para llevarla al templo parroquial. No pudieron. Humanamente fue imposible moverla ni un solo centímetro.
La noticia, como reguero de pólvora, fue bien pronto conocida por todos estos predios y, más pronto que tarde, se personaron los de Campo de Criptana a presenciar y ser testigos del portentoso milagro de la terminación prodigiosa del Cristo. Y ahí no quedó la cosa. Aún hubo más motivos de exaltación religiosa y popular: la imagen del Cristo subía como una pluma cuando los criptanenses la elevaban, y pesaba como una sosa cuando los alcazareños hacían lo propio.
Como es natural, convinieron unos y otros en que el Cristo quería estar en Villajos y no en Alcázar; razón más que suficiente para que los criptanenses la sacaran del taller del escultor y la llevaran a paso muy rápido -como en la actualidad se lleva en sus distintos desplazamientos de la ermita al pueblo y viceversa- hasta su definitivo santuario de Villajos. Pero no contentos con esto, los alcazareños volvieron a Villajos con el intento de recuperar la imagen que consideraban "suya". Sorprendentemente, estos cogieron la imagen con total naturalidad y sin apenas esfuerzos, pero al sacarla por la angosta puerta de entrada a la ermita, el Cristo agrandó el travesaño de su Cruz milagrosamente, siendo imposible que la talla fuera sacada de su santuario. Los habitantes de Alcázar se dieron por vencidos y dejaron al Cristo, que recupero una vez más su tamaño de la cruz original, en la capilla de Villajos.

No obstante, y como recuerdo del milagro de la finalización de la talla, erigieron una capilla junto al taller del escultor donde comenzaron a venerar una imagen de Cristo Crucificado también llamado de Villajos, al que no posesionaron nunca como señal de no haberlo podido mover para llevarlo a la parroquia de Alcázar. Dicha capilla sigue existiendo en Alcázar de San Juan, sita la misma en la transitada calle Castellar."
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