Las Pantasmas iban a veces encapuchadas, otras con largos
atuendos que les cubrían de pies a cabeza, pero ninguna ropa que pudiera ser
normal para una persona, salvo las capas, algunas llevaban capas negras como la
tez.
Nada se sabía de su procedencia,
ni de sus escondites. Pero no estaban muertas, pues en alguna ocasión alguien
había podido llegar a tocarlas y no estaban frías. Tampoco eran espectros,
apariciones o fantasmas porque eran de carne y hueso. También se sabía que
podían emitir sonidos, pero nadie las oyó hablar.
Sólo se les había visto de noche
cuando, amparadas por la oscuridad, campeaban a sus anchas por el pueblo.
Saltaban las tapias de los patios con una agilidad sobrenatural, casi de un
sólo brinco, y entraban en los corrales, las cuadras, las cocinillas, hasta en
las habitaciones. Se sabía de su presencia en una casa porque los animales,
sobre todo las caballerías, se ponían muy nerviosas cuando estaban cerca.
Al principio sólo desaparecían
algunos pequeños objetos de las casas, pero luego se fueron haciendo más
fuertes y comenzaron a llevarse animales, con especial preferencia por las
gallinas y, con el tiempo, empezaron a atacar a las mujeres, abusando de ellas.
Ninguna recuerda nada de esos encuentros con las Pantasmas. Se despertaban con
algún ruido en la habitación y al incorporarse las veían allí, junto a ellas y
luego... se desmayaban.
Muchos hombres, cansados de estas
agresiones y mancillado su honor, las persiguieron durante mucho tiempo y
montaron guardia en los patios. Les vieron, pero nunca lograron atrapar a
ninguna..
No hay comentarios:
Publicar un comentario