martes, 10 de octubre de 2017

La Cruz de los Casados (Ciudad Real)

Tras la fundación de Villa Real por el Rey Alfonso X, apodado "El Sabio", era vox populi la enemistad manifiesta entre villarrealenses y la Orden de Calatrava, siendo continuos los saqueos, rencillas y batallas entre ambos bandos, incrementado el odio, sin duda, por la necesidad que tenían los de la villa de buscar leñas, pastos y otros elementos de vida de agricultura y ganadería más allá de sus pequeños límites, con el beneplácito del monarca para ello. Para ello invadían el territorio de Miguelturra, su adusta enemiga y población que se creó por la Orden en las mismísimas puertas de Villa Real con el afán de anularla. La discordia entre Villa Real, defendida por los nobles fieles al Rey, y Miguelturra, defendida por los Caballeros de la Orden, estaba servida. Y no había manera de conciliar ambas partes. Muchas fueron las refriegas y batallas entre ambos bandos y numerosas las veces en que fue destruida Miguelturra. El odio iba in crescendo y se dieron grandes y recordadas batallas como la conocida con el nombre de "Malas Tardes".
El cronista Ramírez de Arellano narra que en aquellos tiempos, principios del siglo XIV, siendo Maestre de la Orden de Calatrava Don Garci López de Padilla, volvió a su hogar el acaudalado vecino de Miguelturra Don Alvar Gómez, encontrándose a su padre asesinado, deshonradas sus hermanas y totalmente saqueada su hacienda, jurando al instante cruel venganza al autor de tales fechorías que no podía ser otro que el cabecilla de sus enemigos, Don Remondo Nuñez de Villa Real.
Todos los años y coincidiendo con el aniversario de la tragedia, citaba Don Alvar a sus varios hijos a renovar el juramento de venganza y muerte a aquellos que cometieron los nefastos actos, pero hubo un año en el que Sancho, su hijo primogénito, no prestó con vehemencia la renovación del juramento, cuestión que no agradó a su padre y le hizo desconfiar. El motivo es que el varón se encontraba ciegamente enamorado de Blanca, quien no podía ser otra sino la doncella hija de Don Remondo, eterno enemigo de su padre Don Alvar, por lo que por su amor el muchacho no esbozaba como plan asesinar al padre de su deseada.
Rápidamente fueron conocidos estos amoríos por la vecindad de ambos pueblos, viendo en ellos la posibilidad de reconciliar ambos bandos y dando por finalizadas las tensiones. Fray Ambrosio, Padre Prior del Convento Franciscano de Ciudad Real, intervino deseoso de erradicar los odios entre las dos familias de Villa Real y Miguelturra mantenidos por Don Alvar y Don Remondo. Por más que el fraile intentó calmar los ánimos, tal era la fiera enemistad entre las dos partes que fue recriminado el doncel y encerrada la novia, llegando inclusive el infante Sancho a recriminar a Fray Ambrosio su intervención y confesándole que tenía previsto secuestrar a Blanca y huir juntos en amor hacia tierra de moros, lejos de Castilla, donde obtendrían el doble perdón paterno.
Comprendiendo el Padre Prior que no podría evitar el rapto pues Sancho ya tenía trazado su plan, no quiso que se produjera la huida sin antes casar a los enamorados de modo que, puestos de acuerdo, se dieron cita una noche en el lugar del Humilladero, en Villa Real, junto a la puerta de Alarcos. Allí acudieron el fraile, Sancho que ya residía fuera del hogar familiar y Blanca que acababa de escapar del suyo. Al instante unió Fray Ambrosio a los amantes en matrimonio y, recién acabados los votos y antes de emprender su huida, se personó violenta y precipitadamente en el lugar Don Remondo Nuñez en busca de su hija y escoltado por su gente armada. El Prior se interpuso y suplicó paz pero Remondo ciego de odio y furor quiso traspasar con su espada al fraile que había unido a su hija Blanca en matrimonio con el infante Sancho, hijo de su eterno enemigo Don Alvar Gómez. De tal fortuna fue el lance que la espada traspasó el hábito del franciscano sin herirle pero alcanzando de pleno a la joven Blanca que se amparaba tras él, su propia hija, cayendo muerta al suelo. Sancho al ver yacer a su amada quiso vengarse y blandió su espada contra el padre de aquella, Don Remondo, pero al instante cayó abatido por las lanzas de la gente armada que lo escoltaba.

Tan inesperado desenlace arrancó de Fray Ambrosio las más tristes lamentaciones viendo a los dos jóvenes, emblema del triunfo del amor entre enemigos, casados, sí, pero fallecidos en el acto y de tan violenta manera que se impuso de nuevo el luto en ambas vecindades y se vio truncada la posibilidad de reconciliar aquella rivalidad familiar que sólo el tiempo lograría extinguir. Y culmina la leyenda diciendo que allí mismo fueron enterrados juntos los dos amantes, colocándose sobre su tumba una cruz conmemorativa que atinó en llamarse "La Cruz de los Casados", recuerdo de la trágica historia de amor entre Sancho de Miguelturra y Blanca de Villa Real."

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