Esta leyenda trata de que el esposo de una joven llamada Zulema se fue en su corcel blanco a luchar en la guerra. Zulema pasó día y noche desesperada rezándole a Dios para que no le pasase nada y cuidando su jardín del que era imposible que saliera un brote, ya que el suelo era piedra. Pero al volver las tropas, unos jinetes le anunciaron a Zulema que su esposo había muerto luchando fielmente en la guerra. Estos portaban a su esposo, que no soltaba ni aún muerto su cimitarra, como si guardase un gran tesoro, en su mano derecha. Zulema mandó preparar una tumba para su entierro en el jardín que entonces tuvo un aspecto todavía más triste y melancólico que antes. Zulema lloró desconsolada día y noche sin descanso alguno sobre la tumba de su amado pero, al llegar la primavera, de esa tumba que estaba en la piedra, brotaron verdes tallos que fueron creciendo hasta hacerse un tronco muy fuerte y que le daba a Zulema la sombra que necesitaba para calmar su dolor aún incesante. "pasado el tiempo y sintiendo llegada su hora postrera, Zulema le dijo al árbol abrazada a su corteza:-Quiero dormir a tu sombra, donde mi esposo me espera; con su amor te dio la vida y mi amor te dará fuerza, verás caer a la torre, al castillo y sus almenas, y así a través de los siglos serás símbolo y emblema de que el amor siempre arraiga hasta en la más dura piedra". Aquí fue el lugar de encuentro entre Zulema y su amado esposo. Este árbol aún sigue en Riopar Viejo y seguirá allí como el amor entre Zulema y su esposo. El olmo de Riopar junto con sus espectaculares paisajes son una gran fuente de turismo en este gran lugar.
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